Por María José Campano Abásolo y Rubén Figueroa
Santiago de Chile, 31 may (EFE).- La falta en Chile de una estrategia de salud contra el coronavirus pensada especialmente para la población indígena ha motivado a algunos de estos pueblos a llevar a cabo sus propios métodos, como los cordones sanitarios que realizan a caballo los mapuches o la filosofía ancestral «tapu» que practican los rapanuis como forma de confinamiento.
Los pueblos originarios de Chile también echan en falta que las autoridades no hayan divulgado información pertinente en sus respectivos dialectos y que no existan estadísticas del impacto del virus en sus comunidades.
Pese a que en Chile existen más de 2 millones de personas que se declaran pertenecientes a pueblos originarios, representando cerca del 13 % de la población total, no hay conocimiento ni registros oficiales de cómo ni cuánto ha afectado la pandemia del COVID-19 a las comunidades indígenas que habitan en el país.
«Muchos pueblos indígenas han adoptado medidas propias de aislamiento, ya que el Estado no ha implementado medidas especiales específicas, como en general nunca han implementado programas de salud adaptados a las condiciones de los pueblos indígenas», dijo a Efe Alejandro Parellada, consejero senior de la ONG International Work Group for Indigenous Affairs (IWGIA).
CORDONES SANITARIOS A CABALLO EN COMUNIDADES MAPUCHES
La comunidad mapuche -el pueblo originario más amplio de Chile- comenzó a realizar barreras sanitarias cortando las vías de acceso subido al lomo de sus caballos para impedir que gente de otros lugares entrara a sus segundas o terceras residencias. Estas actuaciones se vienen dando desde hace más de dos meses en algunos puntos del centro y cetro-sur del país donde hay comunidades mapuches, como en el pueblo Lomquinay, en la región de la Araucanía, o en las zonas cercanas a la localidad de Coñaripe y el lago Calafquén, en la región de Los Ríos.
«Como comunidad sabemos quiénes son residentes y quiénes no, nos conocemos, y eso es lo que ha hecho que nosotros controlemos la entrada. Es un lugar muy turístico y las personas de fuera quieren venir a sus segundas residencias», dijo a Efe el dirigente mapuche Orlando Colipán, werkén del lof PilinhueHueninca, en la zona de Coñaripe.
Colipán explicó que lo que tratan de hacer es proteger a sus comunidades del coronavirus y afirmó que el resguardo y el cuidado de las entradas al lugar que hacen ellos como comunidad es más efectivo que el del Gobierno, que -según dijono controla las entradas por carretera.
En otras zonas, los dirigentes mapuches decidieron aplicar tests de COVID-19 a todos los contactos estrechos que mantuvo algún contagiado, además de generar acciones de educación y prevención para la comunidad mediante la celebración de Trawun (reuniones).
«A tres meses de iniciada la pandemia nos encontramos con muchas familias mapuches que no tienen claridad sobre los alcances de la enfermedad», denunció a Efe Andrés Cuyul, docente del departamento de Salud Pública de la Universidad de la Frontera y miembro del Centro de Estudios e Investigación Mapuche.
RAPA NUI ENTRÓ EN «TAPU» PARA HACER SU PROPIA CUARENTENA
Otro pueblo originario chileno que tomó sus propias medidas contra el coronavirus fue el rapanui, que habita la turística Isla de Pascua (Rapa Nui en su idioma local), ubicada en mitad del océano Pacífico, y que decidió practicar el «tapu», un método ancestral que se basa en la convivencia y en el respeto a las normas de la naturaleza, como forma de cuarentena.
La iniciativa surgió del alcalde de la isla, Pedro Edmunds Paoa, a raíz de la decisión del Gobierno de levantar la cuarentena voluntaria en el lugar cuando aún había enfermos de coronavirus, cuyo primer caso en Rapa Nui se detectó el 23 de marzo.
Desde comienzos de abril y en virtud del «tapu», los rapanuis restringieran su horario de trabajo de 08.00 a 13.00, «privilegiando los turnos éticos y el teletrabajo», y cerraron los comercios a las 15.00 horas.
El «tapu» continuó hasta este domingo, aunque la isla está libre de coronavirus en este momento, como una manera de evitar
contagios secundarios.
«Ocupé el concepto ‘tapu’ para solicitar a toda mi comunidad proteger la isla. Es un concepto de prohibición, de inhibición, de no permitir que en un periodo de tiempo se ejecute algún tipo de actividad. La sociedad lo comprendió y se autoguardó en sus hogares», explicó Edmunds a Efe.
SIN REGISTROS DE LA INCIDENCIA DEL COVID-19 EN INDÍGENAS
La inexistencia de datos sobre el impacto del coronavirus en la población indígena se da a pesar de que desde 2011 el Departamento de Estadísticas e Información de Salud se rige por una norma técnica (número 820) que exige estándares de información en donde una de las variables a identificar en los pacientes corresponde a si éste pertenece a un pueblo originario.
«La notificación obligatoria del COVID-19 tiene que llevar la variable étnica y tiene que tener acceso público a los datos. Hoy en día no podemos saber a ciencia cierta cuáles de los enfermos son población indígena», denunció Cuyul.
Por su parte, Karina Vargas, coordinadora del programa de derechos de los pueblos indígenas de la ONG Observatorio Ciudadano, recordó a Efe que Naciones Unidas que todas las estrategias que se tomen respecto a los pueblos indígenas deben contar con su participación, algo que, según dijo, no ha ocurrido en Chile.
«No se han tomado acciones específicas para los pueblos originarios ni las respuestas frente a la emergencia sanitaria han contado con participación de pueblos indígenas», aseguró Vargas.