In Opinión

«Las palabras del presidente Piñera en La Araucanía, lejos de acercar una salida constructiva al conflicto interétnico existente entre el pueblo mapuche y el Estado, auguran una mayor confrontación», asegura en esta columna José Aylwin, del Observatorio Ciudadano.

La presencia el pasado 28 de junio del presidente Piñera en la Araucanía y el delineamiento de su política en relación a la región en general y al pueblo mapuche en particular, no ha pasado desapercibida.

El hito que marcó su visita, pocos días después del We Xipantu, año nuevo mapuche, fue el discurso que pronunciara teniendo como telón de fondo el nuevo contingente de carabineros –denominado “Comando Jungla”– y vehículos blindados para combatir el “terrorismo” en la región. A juicio del Presidente se trata de un terrorismo que no es imputable al pueblo mapuche, sino a sectores que lo integran. Al hacer esta precisión el Presidente mantiene la distinción que ha sido reiterativa en gobiernos anteriores; la del mapuche o “indio bueno”, para el cual ofrece zanahoria, y el mapuche o “indio malo”, para el que propone garrote.

La zanahoria anunciada en la ocasión fue el “Plan de la Araucanía”, el que encuentra su origen en las recomendaciones de la Comisión Asesora Presidencial de la Araucanía que formó la ex Presidenta Bachelet, integrada por personeros de los gremios, académicos, y representantes mapuche designados por los convocantes. Por lo mismo, su legitimidad, es por decir lo menos, precaria.

De acuerdo a lo señalado por Piñera en la oportunidad, el Plan, al cual se destinarían importantes recursos públicos y privados en un período de ocho años –cuatro más allá de su período de gobierno–, tiene como ejes fundamentales la inversión en tres áreas prioritarias, aunque no exclusivas: la agricultura, la energía y el turismo. Aunque no prioriza la forestación exótica, que con casi dos millones de hectáreas al sur del Biobio está a la base de muchos de los conflictos propietarios y ambientales con el pueblo mapuche y sus comunidades, sí incorpora la inversión en energía hidroeléctrica y eólica, energía que a pesar de su rótulo de limpia y renovable, es resistida por muchas comunidades, en particular en la zona cordillerana de la región, por sus fuertes impactos en sus hábitats tradicionales.

En cuanto a la estrategia del garrote, a la cual estuvo dedicada gran parte de su intervención, el presidente Piñera destacó la formación del contingente policial a su espalda compuesto por 80 carabineros que integrarían cuatro unidades, ello con tecnología de vanguardia, incluyendo blindados, drones, visores, comunicaciones, entre otros elementos.

Cabe detenerse, por las implicancias que estas tienen desde la perspectiva de los derechos humanos, en las afirmaciones del Presidente referidas al terrorismo, a sus cómplices y a su combate. Sobre el particular Piñera señaló: “Todos los que somos amantes y estamos comprometidos con la libertad, con la democracia, con los derechos humanos y con el Estado de Derecho, tenemos que unir nuestras fuerzas para combatir al terrorismo, que es un enemigo de la libertad, de la democracia, de los derechos humanos y del Estado de Derecho”.

Y luego agregó: “Y, por tanto, tenemos que también aprender a combatir a los enemigos pasivos o cómplices del terrorismo, que son todos aquellos que siempre encuentran una excusa para no combatirlos con decisión y con fuerza; que siempre están justificando sus acciones y que al final son más colaboradores del terrorismo que defensores de la paz y de la libertad de esta región”.

Al respecto cabe hacer varias precisiones:

1- Sobre la violencia y el terrorismo

Nadie desconoce que en la Araucanía y regiones aledañas existe un conflicto histórico que se expresa de múltiples formas, entre ellas, de maneras violentas. Como los organismos de derechos humanos hemos señalado, la violencia se expresa en el desconocimiento por parte del Estado de la existencia y de los derechos de los pueblos indígenas en su carta fundamental; en la exclusión del pueblo mapuche de los espacios de toma de decisión del país y la región; en la negativa del Estado a restituirles sus tierras de ocupación tradicional de las que han sido desposeídos; en la imposición de proyectos de “desarrollo”, como el forestal, que lejos de beneficiales empobrecen sus tierras y sus comunidades; y en la brutal represión –con resultado de muerte y prácticas de torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes– frente a su protesta social, la más de las veces pacífica, frente a la realidad descrita.

Si bien también es efectivo que hay una protesta mapuche que se expresa ocasionalmente en hechos de fuerza en contra de bienes –algunos de los cuales son reivindicados por organizaciones mapuche, otros como lo demuestran la Operación Huracán 1 y 2, parecen más bien tener otro origen–, y muy excepcionalmente en contra de personas, se trata de hechos por cierto reprochables y constitutivos de delitos, pero cuya calificación como terrorista es altamente debatible. Ello puesto a que no reúnen los requisitos internacionalmente aceptados para calificarlos como tales, los que incluyen afectación de la vida o integridad de las personas y su realización con la intención de intimidar a la población y de obligar a la autoridad a adoptar o abstenerse de una decisión. Por lo mismo la utilización selectiva de esta legislación en contra de integrantes del pueblo mapuche –cerca de un centenar de 2010 a la fecha– con solo cuatro condenados, uno de ellos un infiltrado y otros tres en un juicio con serias irregularidades y que por lo mismo ha sido impugnado por la vía judicial, resulta abiertamente arbitraria y discriminatoria como lo han señalado diversas instancias de Naciones Unidas.

2- Sobre los cómplices pasivos

Resulta grave que el Presidente Piñera califique a quienes cuestionamos la violencia del Estado y la persecución que sufren los integrantes del pueblo mapuche como “enemigos pasivos o cómplices del terrorismo”. Se equivoca Piñera cuando afirma que las organizaciones de derechos humanos no condenamos los hechos de violencia que provienen de integrantes del pueblo mapuche. La desinformación del Presidente a esta respecto es manifiesta, puesto a que los organismos de derechos humanos hemos manifestado nuestro reproche a hechos delictivos como el que resultó en la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay. Ello no nos ha impedido, como ha ocurrido con sus partidarios y adherentes, reprochar el homicidio de integrantes del pueblo mapuche, como lo han sido Alex Lemun, Mendoza Collío, y Matías Catrileo, todos ellos muertos a manos de la policía, y el uso abusivo de las fuerzas policiales en contra de integrantes de comunidades, incluyendo a niños y niñas.

La denuncia de estos hechos de violencia, así como de la violencia institucional del Estado en contra del pueblo mapuche, lejos de convertirnos en enemigos o cómplices pasivos del terrorismo como señala el Presidente, nos enaltece, ya que nos convierten en lo que las propias Naciones Unidas ha reconocido como defensores de derechos humanos, labor digna que el Estado de Chile, al suscribir la Declaración de los defensores de derechos humanos, se ha comprometido a promover y a proteger.

Al respecto, además, cabe recordarle al Presidente Piñera que la lógica de los enemigos fue la que en dictadura llevó a justificar la muerte, el desaparecimiento y el encarcelamiento de miles de personas, la conculcación de los derechos políticos, y la imposición de un régimen de terror. Por lo mismo, su réplica bajo su administración es peligrosa y debe ser repudiada con energía.

3- Sobre la concepción de derechos humanos

En su intervención el Piñera nos insta a unir fuerzas en contra del terrorismo para la defensa, de entre otros valores “los derechos humanos”. Cabe analizar la concepción de derechos humanos que subyace a las palabras del Presidente. Evidentemente se refiere al derecho a la vida y a la integridad de las personas, cuestión que, por cierto, nadie podría impugnar. Se trata sin embargo, de la vida e integridad de todas las personas, incluyendo por cierto la de los mapuche, que la política represiva del Estado ha vulnerado reiteradamente, y que la estrategia policial anunciada sin duda afectará con mayor intensidad.

No hay en las palabras del Presidente ninguna referencia a los derechos del pueblo mapuche, derechos a los que el Estado de Chile se ha comprometido a respetar y promover al ratificar el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, y al adherir a la Declaración de Naciones Unidas y Americana sobre Derechos de Pueblos Indígenas. Nos referimos a entre otros el derecho a la libre determinación y a la autonomía en sus cuestiones internas, al derecho a  definir sus prioridades en materia de desarrollo, a la consulta y en algunos casos al consentimiento frente a medidas administrativas como lo son los proyectos de inversión que afectan sus tierras, a la participación política en igualdad de condiciones que otros sectores de la población, al reconocimiento y restitución de sus tierras territorios y recursos naturales de ocupación tradicional. Se trata de derechos que asisten a todos los pueblos indígenas, incluyendo por cierto al pueblo mapuche, respecto a los cuales el Estado chileno tiene una deuda histórica por todos reconocida, que están a la base de la situación de conflicto que se vive en la Araucanía y regiones aledañas, y que el presidente Piñera ignora en su intervención.

4- Sobre la viabilidad de la estrategia propuesta

Estrechamente relacionado con ello cabe una reflexión final sobre la viabilidad de la estrategia de la zanahoria y el garrote anunciada por el Presidente Piñera para superar la situación de conflictividad entre el Estado y el pueblo mapuche. La abundante experiencia internacional existente sobre en materia de relaciones interétnicas nos indica que dicha estrategia no es viable, que la violencia solo genera violencia, que las posibilidades de una salida pacífica al conflicto interétnico que aquí existe se alejarán más que acercarse con su implementación.

En efecto, conflictos étnicos que involucran a “estados-nación” con pueblos indígenas existen muchos en el mundo, y han sido de diversa intensidad. El análisis de dichas experiencias da cuenta que estos conflictos lejos de superarse por la vía de la represión, que no hace sino prolongar la conflictividad,  solo han podido superarse a través de su abordaje político, esto es del dialogo, de la palabra. Los ejemplos de los conflictos de los miskito con el estado nicaragüense, de los kuna con Panamá, de los cree con el estado de Canadá, de los maorí con Nueva Zelanda, y hablando de Colombia, de los propios pueblos indígenas de ese país con su Estado, son ilustrativos a este respecto. En todos estos casos ha sido a través de la negociación, y no del garrote, que se ha logrado salir del enfrentamiento y avanzar hacia caminos de entendimiento, basados en el reconocimiento del otro y de sus derechos.

El pueblo mapuche tiene una larga trayectoria de diálogo. Demostración de ellos son los parlamentos a través de los cuales se logró establecer una convivencia armoniosa entre la colonia española y este pueblo, convivencia que con intervalos de enfrentamiento, duró hasta que el Estado chileno decidió incursionar por la fuerza en el territorio mapuche.

Por todo lo anterior es que las palabras del presidente Piñera en la Araucanía, lejos de acercar una salida constructiva al conflicto interétnico existente entre el pueblo mapuche y el Estado, auguran una mayor confrontación. Mala noticia para la región, para el pueblo mapuche, y para el país en su conjunto.

Por José Aylwin.

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