Este 21 de junio los pueblos ancestrales celebran la llegada de un nuevo ciclo de renovación. La ceremonia del wiñol tripantu se realiza sobre la base de la comprensión del tiempo y el espacio como la conexión indisoluble con las dimensiones que coexiten en el mundo.
“Nosotros siempre celebramos esta fecha. Salíamos toda la familia a las doce de la noche a los raudales donde había agua corriente. Allá la bebíamos, nos lavábamos las manos y los pies lo que más pudiéramos. Nos mojábamos y le pedíamos un mejor vivir, una tierra fértil, que nuestros animales estuvieran bien, que se dieran mejores frutos. Luego la recogíamos y regresábamos a la casa. En el trayecto teníamos que estar siempre atentos a alguna visión o algún ruido que entregara alguna señal. Al llegar, le entregábamos el agua a los animales y a los frutales, hacíamos la ceremonia para que estuvieran sanos”, cuenta Elisa Loncon rememorando su infancia, cuyo relato es parte de la práctica ancestral de celebración del Wiñol Tripantu, ceremonia que por más de ocho mil años la han conmemorado diferentes pueblos ancestrales que han vivido en Chile.
El Wiñol Tripantu es la llegada del solsticio de invierno, de las primeras lluvias del año, de la crecida de los ríos y de los nuevos brotes de la tierra, un conjunto de acontecimientos que anuncian un nuevo ciclo para la agricultura. La comprensión indígena del ciclo de la vida que por 200 años ha sido reemplazada por la noche de San Juan.
Wiñol Tripantu
La celebración del nuevo ciclo de la naturaleza es tranversal a las diferentes culturas ancestrales que habitan nuestro territorio. Los ritos, protocolos y comidas, difieren en las diferentes regiones, pero todas tienen en común la comprensión del tiempo y el espacio como un ciclo de renovación y la conexión indisoluble con las diferentes dimensiones que coexiten en nuestro mundo.
La linealidad del tiempo en nuestra historia está dada por la occidentalización de nuestro conocimiento, en el que ponemos como hito cero el nacimiento de cristo, lo que entrega una forma de comprender el mundo, alejada de toda racionalidad antes existente en los diferentes territorios.
“En la visión de mundo mapuche, el tiempo no es lineal, sino que es cíclico, porque el presente está relacionado con el pasado y el futuro, por lo mismo, no hablamos de Wetripantu, ya que literalmente es el calco semántico de año nuevo, sino que decimos Wiñol Tripantu, que significa el retorno del ciclo”, explica Elisa Loncon, a quien en su juventud le enseñaron los ancianos de Temuco.
Esta comprensión cíclica es compartida también por el mundo andino. Gino Grunewald es aymara y plantea que “ las personas son una dualidad de tiempo y espacio que recorre el universo. Es un ciclo parecido a un espiral, el machakmara es la celebración del recorrido de ese ciclo. Los ancianos asociaban esto a la lejanía del sol, por lo mismo, nosotros pasamos la noche del 21 de junio haciendo fogones para el wilka kuti, que significa el regreso del sol”.
En este sentido, Elisa Loncon plantea que “el Wiñol Tripantu hay que entenderlo desde una perspectiva de mundo diferente, una visión que no es teocéntrica y tampoco antropocéntrica, sino una visión que plantea un vínculo de equilibrio entre los seres humanos, la naturaleza y lo cosmogónico con las divinidades que dieron nuestro origen”.
Para el mapuche, el mundo se compone en cuatro partes: la tierra de arriba, el intermedio, la tierra que pisamos y el inframundo. Según su comprensión, dichas dimensiones están interrrelacionadas y las machi son quienes quienes tienen acceso a ellas.
Para acceder a estas dimensiones, la machi utiliza el sonido del kultrun y su canto “el que depende del espíritu de la machi, que puede ser del trueno, el volcán, el río, el mar, el arcoíris, etc.. Ser machi es como tener dos espíritus al mismo tiempo, el de persona y el que la trasforma en machi”, explica Elisa Loncon, mientras relata cómo se desarrolla la ceremonia de Wiñol Tripantu.
El Kultrun encierra buena parte de la comprensión del pueblo mapuche, ya que es una llave para entender cómo entienden el paso del tiempo en su territorio.
En este instumento están dibujados los cuatro puntos cardinales que representan la salida y la entrada del sol, trazos que representan la forma en que esta cultura comprende el ciclo de la vida.
El nacimiento está representado en el oriente y la muerte en el poneiente. Esto tiene directa conexión con la vida en la tierra que pisamos y luego en la vida espiritual. Con esto, según la profesora mapuche “se asume que el ser humano es finalmente espíritu, ese espíritu siempre va a estar conectado con nosotros y siempre va a estar participando cuando lo convocas”
Durante la ceremonia de Wiñol Tripantu, la machi entra en trance, otros se encargan de danzar con ritmos que emulan los movimientos de los animales, denominados purrun, lo que se hacen en el sentido contrario al reloj.
Mientras tanto, la sanadora emite cantos en que su espíritu se conecta con las divinidades de los los cuatro mundos para entregar un mensaje para el nuevo ciclo. Estos mensajes son descifrados por ayudantes de la machi que han sido formados durante el año. Estos traductores del lenguaje espiritual comunican a la comunidad el mensaje de estas cuatro dimensiones.
En la ceremonia aymara que celebra un nuevo ciclo, el escenario es el altiplano, y el elemento fundamental es la hoja de coca, la que es transportada por las familias en un pequeño bolso tejido con lana de llama. Gino Grunewald, dice que en “la celebración que también se hace de madrugada, se prenden tres grandes fogones con los que alumbran la fría noche y buscan llamar al sol que se aleja de las tierras. Junto con esto, se prenden incienso y se le pide al león o puma chileno, que no ataque a los animales y a la tierra que de buenas cosechas para mantener el alimento del pueblo”.
Tanto en el mundo andino como en el mapuche, se convoca a las energías positivas y negativas con el afán de generar el equilibrio necesario para que siga funcionando el ciclo de la vida que celebran la noche del 21 de junio.
Estas culturas tienen puntos de encuentro fundamentales en su comprensión de la vida y sobre todo en lo que plantea Elisa Loncon cuando dice que“los mapuche estamos enteramente en nuestra vida, por eso articulamos toda esta visión cósmica de las cuatro tierras. Nosotros no estamos separados ni del cielo ni de la tierra ni del inframundo, articulamos toda esa energía. Toda la oralidad que se nos relata es en esta relación, por eso es que debemos cuidar la naturaleza, el agua ,los ríos, las piedras, porque para la visión mapuche todo tiene vida, todo tiene comunicación, toda la naturaleza nos entrega señales”.
Gino Grunewald, explica que el mundo aymara, al igual que los mapuche, recepcionan el nuevo ciclo y despiden el antiguo. “Nosotros los quemamos en nuestros fogones donde ofrecemos al sol las buenas y malas energías, mientras buscamos un nuevo ciclo lleno de fertilidad para nuestro pueblo”.
Este míercoles 21 de junio se celebra un nuevo comienzo de este ciclo, en algunos lugares del país, como en la Universidad de Santiago, lugar donde trabaja la profesora Loncón, se izarán cuatro banderas que representan las culturas mapuche, aymara, selknam y rapa nui. Una forma de revindicar esta tradición ancestral que ha sido negada por cerca de 200 años por la cultura occidental impuesta en nuestro país.