SOBERANÍAS BAJO FUEGO

La Comunidad Indígena Kawésqar Residente en Puerto Edén ha venido observando lo sucedido con los mega incendios que ocurren en la Amazonía, el Chaco y la Mata Atlántica. Nos solidarizamos con las comunidades indígenas afectadas por estos eventos. Junto a ello, expresamos nuestra preocupación por los efectos de largo plazo que estos incendios pueden tener tanto en el medio ambiente como en las políticas indígenas de los países de América del Sur, así como respecto a la posibilidad que ese tipo de eventos se repitan en los bosques patagónicos ancestrales, carentes de planes de manejo y efectivo cuidado por los organismos gubernamentales.

Se quema el bosque y algo más que el bosque.

Los pueblos indígenas de América del Sur tenemos un fuerte lazo con los bosques, los árboles, el sotobosque y la fauna que los habita. Cuando los colonos blancos ponen fuego al bosque queman toda esa relación y la cultura que la alberga. El incendio masivo y doloso del bosque es, en ese sentido, un crimen de lesa humanidad contra los derechos bioculturales de nuestros pueblos y puede asociarse al uso de armas de destrucción masiva contra poblaciones civiles y a actos de genocidio y etnocidio contra los pueblos indígenas, todo esto amparado e incluso estimulado por el Estado.

Los incendios no son una pura cuestión de soberanía.

Nos ha llamado la atención el refugio que han encontrado los presidentes de Brasil y Chile, luego arropados por las declaraciones del expresidente de Chile Ricardo Lagos Escobar, en el sentido que los incendios masivos de bosques son cuestiones que caen exclusivamente dentro del ámbito de la soberanía de los Estados. La Corte Internacional de Justicia ya declaró en el año 1996 que el medio ambiente no es una abstracción, sino que representa el espacio vital, la calidad de vida y la salud misma de los seres humanos, incluyendo a las generaciones futuras (Legalidad en la amenaza o uso de armas nucleares, 1996: 29). Restringir la cuestión del Amazonas a un tema de soberanía pasa por alto los compromisos internacionales de los países de la Región, así como un conjunto de precedentes que declaran contrarios al derecho internacional los daños transfronterizos y los efectos globales de actos cometidos bajo la jurisdicción de un Estado.

La urgencia de prevenir y reparar, y no sólo apagar y mitigar.

Lo ocurrido con los bosques sudamericanos demuestra la urgencia de contar con mecanismos multilaterales para prevenir incendios, generar respuestas rápidas a través de la cooperación regional, incluyendo especialmente medidas de resguardo y contención rápida de las comunidades indígenas residentes en las zonas afectadas por los incendios. Recordamos que en esas zonas existen comunidades indígenas no contactadas, que deben ser especialmente protegidas y su hábitat reparado. Por ello, el argumento de soberanía es en sí un argumento mezquino y carente de humanidad; por último, ignorante y soberbio. Para nuestras comunidades indígenas es urgente que se movilicen todos los recursos posibles para prevenir los incendios y reparar sus consecuencias, a través de mecanismos institucionales de cooperación internacional.

Llamamiento.

Desde el lugar más apartado de la Patagonia Occidental, la Comunidad Indígena Kawésqar Residente en Puerto Edén llama a la Organización Internacional del Trabajo y a la Organización Mundial de la Salud para que requieran de la Corte Internacional de Justicia un pronunciamiento consultivo acerca de los principios y normas aplicables para la cooperación internacional en el combate contra los incendios masivos con efectos transfronterizos y globales, así como respecto de las normas de responsabilidad internacional aplicables a los Estados cuando dichos incendios son intencionales o estimulados por las políticas de dichos Estados, así como en lo relativo a los derechos y mecanismos que tienen a su disposición las comunidades indígenas para hacer efectiva esa responsabilidad internacional de los Estados ante eventos como los que se están lamentando en los bosques sudamericanos.

Comunidad Indígena Kawésqar Residente en Puerto Edén   

Puerto Edén, Agosto de 2019.

Denuncian que madereros ilegales agredieron y amenazaron de muerte a lonko y su familia en Quellón

Desde hace tiempo se viene denunciando la existencia de grupos financiados por instituciones públicas del Estado y que están depredando milenarios bosques nativos en zonas de la comuna de Quellón de Chiloé. Ahora, un grupo de madereros ilegales emboscaron al lonko Fidel Rain y a su familia en el territorio WekeTrumao, a quienes agredieron, los mantuvieron retenidos por dos horas, borraron datos de su celular y amenazaron de muerte.

Según se ha denunciado, la mayor parte de los madereros son del sector Huaipulli en la comuna de Quellón, varios beneficiarios de instituciones públicas como el programa Chile Indígena e incluso, han obtenido maquinaria pesada como una retroexcavadora, incentivos que han tenido como propósito convertirlos a la actividad maderera, generándose en varios sectores la tala irracional de milenarios bosques nativos.

Según ha trascendido, parte importante de este grupo maderero tuvo la entrega de 3.000 mil hectáreas de tierras a través de Conadi cerca del Parque Tantauco (Reserva Privada del Presidente Sebastián Piñera), cuyo bosque nativo fue arrasado, según han denunciado vecinos, y hoy se han expandido de manera ilegal a vastas zonas, bajo la permisividad de organismos responsables de fiscalizar y sancionar, como CONAF y del propio Ministerio Público.

El Lonko Fidel Raín es integrante del Consejo de Comunidades Williches y habitante del territorio ancestral de WekeTrumao, cuyas comunidades son parte de un título antiguo de Realengo, sobreponiéndose en los años 90 títulos de propiedad de la empresa forestal asiática Golden Spring quien pretendía la tala de bosque nativo lo que fue resistido por comunidades y familias de descendencia ancestral en el territorio, logrando frenar en gran parte la devastación.

Sin embargo, lo que no hizo la empresa lo están haciendo hoy de manera ilegal sujetos que actúan de manera irregular y que son financiados por instituciones públicas del Estado, y “seguramente incentivados por sectores económicos privados que deben ser investigados”, alertan desde el Consejo de Comunidades, quienes además denunciaron que las amenazas de muerte contra el lonko y su familia buscan su salida del territorio.

El Lonko Fidel Rain ha sido emblemático en procesos de defensa de las aguas y los territorios, ha sido voz viva para que no se depreden los bosques y los ecosistemas, creyendo que es posible generar iniciativas productivas que sean sustentables y respetuosas con la naturaleza. Hoy, esta autoridad tradicional y su familia, junto a otros integrantes de la comunidad, se encuentran amenazados de muerte, situación que se extiende a otros integrantes del territorio.

Incluso existen medidas de protección desde hace quince días a favor del comunero Patricio Neún, sin embargo no se ha hecho efectiva, continuando bajo desprotección y riesgo a su integridad.

Los últimos hechos de violencia que han sido denunciados, ocurrieron el día lunes 29 de julio a eso de las 11,30 de la mañana, en un sector de altura de montaña del territorio de WekeTrumao mientras el lonko, su esposa y dos comuneros transitaban en camioneta, siendo emboscados y obligados a salir por la fuerza del vehículo bajo amenazas de muerte, siendo retenidos por dos horas, borrándoles los datos del celular del lonko incluyendo fotografías, a quien se le señaló que “tenía que desaparecer y que no lo querían ver apoyando a comunidades”, misma advertencia extendieron al comunero Patricio Neún para que levante la denuncia.

Para los habitantes ancestrales de WeKetruMao esta situación sucede porque las autoridades no están haciendo su trabajo, responsabilizándose de los graves hechos al gobierno, Conadi y Conaf, agregando que este miércoles 31 de julio la turba de madereros ilegales habrían cortado el camino en la montaña y estarían realizando actividad forestal sobre el bosque nativo.

Para organizaciones defensoras de derechos humanos en Chiloé, lo que ocurre con esta situación es un grave atentado a los DDHH con directa responsabilidad del Estado chileno, y que tiene que ser motivo de atención urgente por parte de los organismos competentes para evitar un desenlace fatal y frenar la desintegración social, cultural y ambiental, que ha sido promovida por instituciones públicas, fomentando grupos mercenarios.

Actos sistemáticos de depredación, violencia y discriminación

En agosto de 2018 se venían sumando una serie de denuncias sobre la tala indiscriminada de una amplia superficie territorial de bosque nativo, estimándose en más de 1.200 hectáreas, ubicadas en el sector Coihuin de Compu, comuna de Quellón, no estableciéndose formas sancionatorias y de regulación por parte de las instituciones públicas competentes, entre ellas Conaf, señalaron integrantes de la comunidad de Natri Bajo-Molulco.

La zona depredada involucra como responsables a particulares beneficiarios de Conadi, cuya tala afectó a una gran cantidad de endemismo y una gran variedad de especies de flora y fauna de enorme importancia ecosistémica y de biodiversidad, razón por la cuál se exige la protección efectiva de estos terrenos.

Otra situación grave denunciada que se viene produciendo, involucra al Fundo Tepuhueico, Fundo Coihuin y tierras de la empresa Golden Spring, como parte de los terrenos ancestrales Huilliche del territorio. Se trata de su traspaso vía Corporación Nacional de Desarrollo Indígena a comunidades durante el 2018, pero, diversas familias y comunidades han manifestado que fueron excluidas de este proceso de restitución de tierras lo que ha tensionado y conflictuado aún más la convivencia y armonía del sector.

La Conadi anunció públicamente en mayo de 2018 que se daba por finalizado el proceso de compra de estos terrenos, habiéndose establecido unilateralmente a ciertos beneficiarios y cuyos interlocutores serían responsables directos de la depredación actual del bosque nativo, denunció Manuel Rauque, presidente de la comunidad indígena de Natri Bajo-Molulco, en agosto del año pasado.

Cabe señalar que una de las preocupaciones que han manifestado organizaciones indígenas y de derechos humanos en el país sobre estos conflictos que afectan la convivencia entre comunidades, es la falta de un protocolo efectivo por parte de Conadi al momento de establecer equitativamente los criterios sobre compras de tierras, considerando incluso que han existido hechos de sangre a causa de conflictos tensionados desde la propia institución, como ocurrió por ejemplo en la zona de Choroy-Traiguén, costa de Osorno, donde el conflicto de tierras arrojó un saldo de 5 muertos y tres heridos el año 2002, sumándose a otros lamentables episodios en zonas de la Araucanía y Biobío.

Al respecto, Conadi por ley tiene facultades judiciales y extrajudiciales para la solución alternativa de conflictos a través de la mediación y la conciliación, de carácter civil, que tengan relación con el uso, goce y explotación de terrenos indígenas, o en los que tengan interés personas o comunidades indígenas.

Asimismo, llama la atención la inacción de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), en particular de la Gerencia de Fiscalización y Evaluación Ambiental, mediante el Departamento de Fiscalización Forestal de dicho organismo, que tiene facultades de fiscalización y sanción frente a estos hechos y no ha cumplido su mandato.

Lo mismo con el Ministerio Público, quien a pesar de estar al tanto de denuncias efectuadas y de estar en presencia de una serie de delitos, no está realizando oportunas diligencias.

Fuente: Equipo Comunicación Mapuche

Cambios en Directiva del Observatorio Ciudadano

Con fecha 06 de agosto pasado realizamos en nuestras oficinas en la ciudad de Temuco la Asamblea semestral del Observatorio Ciudadano.

En dicha ocasión nuestra Asamblea, junto con definir los lineamientos estratégicos para el trabajo del segundo semestre del presente año, realizó un ejercicio de democracia interna a través del cual elegimos una nueva directiva institucional.

La nueva directiva, quedó compuesta por Lorena Arce, Rubén Sánchez y Hernando Silva, tod@s integrantes del equipo de trabajo del Observatorio Ciudadano, quienes asumieron sus funciones desde esa fecha por un período de dos años.

José Aylwin, quien fuera co-director institucional –inicialmente del Observatorio de Derechos de Pueblos Indígenas– del 2004 hasta el 2017, y quien posteriormente actuara como director del Observatorio Ciudadano hasta la fecha, seguirá colaborando como miembro integrante del Equipo de Trabajo de nuestra organización en su calidad de Coordinador del Programa de Globalización y Derechos Humanos.

Aprovechamos la oportunidad de agradecer la labor desarrollada por José Aylwin durante todos estos años, dando conducción y orientación a nuestra labor como organización de derechos humanos y derechos de pueblos indígenas.

Asimismo, reiteramos nuestro compromiso de seguir trabajando desde sociedad civil en la promoción de los derechos humanos y en la construcción de una democracia inclusiva, intercultural y sostenible en nuestro país y la región hacia el futuro.

Caso Catrillanca: fijan audiencia preparatoria del juicio oral

Para este viernes 9 de agosto se fijó la audiencia preparatoria del juicio oral del bullado caso Catrillanca, por la muerte del comunero mapuche el pasado 14 de noviembre.

La cita judicial se llevará a cabo en el Juzgado de Garantía de Collipulli, en la Región de la Araucanía, desde las 09:30 horas, consignó CNN Chile.

Allí, la familia de Camilo Catrillanca solicitará presidio perpetuo, como autores de homicidio calificado, para cuatro efectivos del GOPE de Carabineros. En tanto, a otros tres ex uniformados y un abogado pedirán 10 años de presidio por haber encubierto el crimen.

Por otro lado, los Defensores del Centro de Investigación y Defensa Sur, en representación del menor M.A.P.C., quien acompañaba a Catrillanca al momento de ser asesinado; presentaron una acusación particular en contra de siete ex carabineros y un abogado. En ella, solicitaron penas entre los 38 y los 45 años de cárcel.

La acción fue presentada en contra de Carlos Alarcón Molina, Patricio Sepúlveda Muñoz, Braulio Valenzuela Aranguiz, Raúl Ávila Morales, Gonzalo Pérez Vargas, Jorge Contreras Figueroa, Manuel Valdivieso Terán, Cristian Inostroza Quiñiñir.

Entre ellos se encuentran dos altos mandos del GOPE, el abogado de dicha institución y cinco funcionarios que participaron en terreno del operativo realizado el 14 de noviembre pasado y que terminó con la vida del comunero mapuche, del que fue testigo el menor.

A cuatro meses de la COP25: Observatorio Ciudadano y otras organizaciones aumentan presión sobre gobierno de Piñera para que firme el Acuerdo de Escazú

A casi dos meses de que se cumpla el primer aniversario del pacto, a casi dos meses también de la próxima Asamblea General de la ONU y a cuatro de que comience la versión 25 de la COP, un grupo de ONGs enviaron una serie de cartas a organismos internacionales con le objetivo ejercer presión para que gobierno chileno suscriba el acuerdo que impulsó junto a Costa Rica en años anteriores.

El 27 de septiembre de 2018 estaba todo listo para que los países de América Latina firmaran, en la Asamblea General de Naciones Unidas, el pacto que venían negociando en los últimos cuatro años. Ese pacto fue catalogado como un “instrumento jurídico pionero en materia de protección ambiental” para la región y bautizado como Acuerdo de Escazú, por la ciudad costarricense donde fue adoptado pocos meses antes de esa fecha.

El tratado lo que busca -como señala el escrito disponible en la Cepal– es garantizar el derecho de todas las personas a tener acceso a información de manera oportuna y adecuada, a participar de manera significativa en las decisiones que afectan sus vidas y entorno, y a acceder a la justicia cuando estos derechos hayan sido vulnerados.

Ese día de septiembre, todo apuntaba a que las naciones suscribirían el acuerdo que había sido impulsado por Costa Rica y Chile, bajo la administración de la expresidenta Michelle Bachelet, pero que hasta mediados de 2018, contaba con el patrocinio del gobierno de Sebastián Piñera. En un comunicado -con fecha 7 de junio de 2018- y que aún es posible encontrar en el sitio web de la Cancillería, el Ejecutivo reafirmaba su compromiso “con la firma y pronta entrada en vigor” del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, más conocido como Pacto de Escazú.

En ese mismo escrito, de hecho, ambas co-presidencias invitaban a los 33 países de la región a “suscribir este importante tratado y contribuir por medio de su implementación a una protección más integral del ambiente y el fortalecimiento de los Derechos Humanos”. Asimismo, añadían, “el Acuerdo de Escazú inaugura, desde las particularidades de América Latina y el Caribe, un nuevo estándar para la construcción y consolidación de la democracia ambiental”.

Pese a eso, 24 horas antes del día en que todo debía concretarse, el panorama chileno cambió: la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, confirmaba que la firma sería postergada por una decisión de la Cancillería. Lo que argumentaba Relaciones Exteriores en esa oportunidad, es que antes de poner la marca de Chile sobre el acuerdo era necesario estudiar los alcances que podría traer el pacto a la hora de resolver conflictos internacionales.

La no firma del acuerdo, sumado a la decisión meses después de no firmar el Pacto Migratorio, puso en tabla distintos cuestionamientos al Ejecutivo por no llevar adelante posturas conforme al multilateralismo que poco antes había promovido.

¿Incumplimiento?

A cuatro meses de la COP25 el tema no ha descansado. Distintas agrupaciones ambientalistas han desplegado estrategias para presionar la firma del gobierno antes del evento del clima que se realizará en Cerrillos entre el 2 y el 13 de diciembre.

El miércoles recién pasado, Andrea Sanhueza– representante del público para la negociación del Acuerdo de Escazú- junto a la ONG Fima, Amnistía InternacionalCodeff Chile, Espacio Público, Greenpeace y Observatorio Ciudadanoenviaron una carta dirigida a distintas autoridades mundiales: Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático; a Angel Gurria, secretario general de la Ocde, a Erik Solheim, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente; a la Relatoría Especial sobre Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la CIDH; a David R. Boyd, relator de Derechos Humanos y Medio Ambiente de la ONU; y al director de la oficina para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

En la misiva, las ONGs manifiestan que observan con “decepción la incoherencia e inconsistencia de la administración del Presidente Piñera, en particular, al autodeterminarse líder del multilateralismo ambiental e indicar que la próxima Conferencia de las Partes será una reunión ciudadana (…) Conscientes de que ningún país ha alcanzado el desarrollo sustentable y equitativo, el actuar del gobierno de Chile no da cuenta de una voluntad política real de avanzar hacia ese objetivo”.

“Chile se sitúa en una incómoda posición de incumplimiento del mandato que le confiaron los países, consistente en liderar este acuerdo hasta su primera Conferencia de las Partes. Por cierto, esto pone en entredicho la capacidad del gobierno de Chile para presidir las negociaciones de cambio climático”, añade el escrito que agrega que el hecho de que Chile sea el próximo anfitrión de la COP25 “no puede ser entendido como un motivo para eludir sus compromisos”.

Por este motivo, las agrupaciones solicitan a las instituciones que contribuyan para que el gobierno del Presidente Sebastián Piñera firme el pacto.

Esta carta se suma a la que el 15 de julio pasado un grupo de relatores para Derechos Humanos de la ONU envió -a modo personal- a Presidencia. En ese documento expresan su preocupación y llaman a que Chile firme el acuerdo a la brevedad “antes del 27 de septiembre de 2019, fecha que marca un año desde que el Acuerdo fue abierto a firma. Esto permitirá la entrada en vigor del Acuerdo, para que el vital proceso de implementación pueda comenzar”.

A lo que se refieren, es que el acuerdo establece que para que pueda entrar en vigor, once de los países firmantes deben haber ratificado el pacto. En concreto, a la fecha, de los 17 Estados que suscribieron, solo uno ya ratificó su compromiso: Guyana.

El “gallito”

Con todo, lo que se dice es que al interior del gobierno las posturas están divididas. Según señalan cercanos al tema, en la Cancillería habrían voces a favor y otras en contra de firmar “Escazú”, pero la pugna estaría lejos de poder resolverse.

Trascendidos apuntan también a que el gobierno podría suscribir el acuerdo durante la próxima Asamblea General de Naciones Unidas -el 24 de septiembre- justo cuando se cumple el primer aniversario de la firma. Sin embargo, la información fue descartada por el ministerio que dirige Teodoro Ribera, aunque indicaron que eso no significa que la adhesión pueda llegar después.

El presidente de la comisión de Medio Ambiente del Senado, Guido Girardi, es uno de los parlamentarios que ha estado pendiente. “El Acuerdo de Escazú fue un acuerdo propuesto por Chile para ayudar a cumplir con ciertos estándares ambientales que son globales. La responsabilidad del medioambiente, del calentamiento global, de la biodiversidad son de todos y nos parece lamentable que Chile no suscriba. Lo que yo considero lamentable es el doble discurso, porque además, el Acuerdo de Escazú está muy por debajo de los estándares de lo que significa la COP25 o la COP de París”.

“No entiendo cómo Chile va a liderar la COP25 si no está dispuesto a firmar el acuerdo mínimo. Escazú es un acuerdo mínimo respecto de lo que tenemos que proponer en la COP25. Cómo nos va a creer el mundo cuando Chile diga ‘tenemos que avanzar” si tampoco está dispuesto a apoyar un pacto que, desde el punto de vista de la exigencia, está muy por debajo de los estándares de lo que significa la COP25. Hay incoherencia”, agregó el senador, quien manifestó que con la marginación del pacto “lo que se está tratando de proteger es un desarrollo a cualquier costo”.

ESSAL y el derecho humano al agua

Por , director del Observatorio Ciudadano

La emergencia sanitaria vivida en Osorno recientemente como consecuencia del derrame de más de mil litros de petróleo en los estanques de la Empresa de Servicios Sanitarios de Los Lagos (ESSAL), y la consiguiente contaminación del agua potable que resultó en el corte de su suministro por diez días para una población cercana a las 200 mil personas, ha generado indignación, no solo en la población afectada, sino en el país entero.

Tratándose de un elemento vital, como lo es el agua, que ha sido reconocido por la comunidad internacional como un derecho humano, corresponde hacer un análisis de este lamentable episodio desde la perspectiva de estos derechos. En efecto, dada sus implicancias para el ejercicio del derecho a un nivel de vida adecuado y del derecho a la salud física y mental (artículos 11 y 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por Chile), el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en su Recomendación General N° 15 estableció el 2012 “el derecho de todos sin discriminación a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico.” (Párr.2) Más tarde, el 2010, la Asamblea General de Naciones Unidas en su Resolución 64/292 de 2010, aprobada con el voto favorable de Chile, reconoció que “[e]l derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”.

Por otro lado, el Estado de Chile como miembro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, aprobó el 2011 los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos. En ellos se establece la obligación de los Estados de proteger a las personas de las consecuencias negativas de las actividades empresariales sobre los derechos humanos (Pilar 1), así como la responsabilidad de las empresas de respetar los derechos humanos (Pilar 2). De acuerdo a los mismos Principios la responsabilidad de las empresas en este sentido incluye evitar infringir los derechos humanos de terceros, impulsando para ello procesos de debida diligencia, así como hacer frente a las consecuencias negativas sobre los derechos humanos en las que tengan participación.

Más aún, el Estado de Chile aprobó el 2017 un Plan de Acción Nacional de Derechos Humanos y Empresas de Chile, con más de 150 compromisos para instituciones públicas y privadas, a objeto de hacer efectivos los Principios Rectores antes referidos. No obstante las insuficiencias de este Plan, en particular en lo referido a la responsabilidad de las empresas en la materia, este reafirma el deber de las empresas de identificar los potenciales impactos de sus operaciones en derechos humanos y establecer mecanismos de reclamación y de reparación de dichos impactos (Gobierno de Chile, 2017).

Los marcos normativos y principios antes referidos resultan fundamentales para entender la responsabilidad que corresponde tanto al Estado como a la empresa ESSAL en la crisis del agua potable ocurrida en Osorno.

Es indudable que el Estado de Chile tiene una responsabilidad fundamental en esta crisis. Ella está determinada, en primer término por su incapacidad para “hacer cumplir las leyes que tengan por objeto o por efecto hacer respetar los derechos humanos a las empresas y evaluar periódicamente si tales leyes resultan adecuadas y remediar eventuales carencias” (Principio Rector 3). Una ley crítica en este sentido es el Código de Aguas (DFL 1.122 de 1981), el que a través del otorgamiento de derechos de aprovechamiento de aguas – a través de concesiones que otorgan a sus titulares dominio sobre las mismas – ha privatizado gran parte de este recurso cada vez más escaso en un contexto de cambio climático. Así el Estado ha otorgado ya a particulares derechos de aprovechamiento sobre el 90% de las aguas superficiales y sobre el 60% de las aguas subterráneas del país (Chile Sustentable 2017). Si bien a través de la reforma del 2005, que estableció el pago de patentes por no uso de las aguas, se han revertido en favor del Estado algunos de estos derechos, ellos siguen en un porcentaje muy significativo, en particular en el caso de los derechos no consultivos, en poder de privados, en particular de empresas generadoras de electricidad. Uno de los sectores beneficiados con esta legislación es el sanitario, el que concentra el 6% de los derechos consuntivos de aguas del país, los cuales son utilizados para la producción de agua potable, además del transporte y tratamiento de las aguas residuales (MOP, 2013).

El proyecto para la reforma de esta legislación, de iniciativa parlamentaria, que apunta al reconocimiento del derecho humano al agua potable y de saneamiento, a impedir la concentración de la propiedad de las aguas en pocas manos – terminando con la perpetuidad de nuevas concesiones de derechos de aprovechamiento de aguas-, además de garantizar usos prioritarios de las mismas (entre ellos el agua potable y de saneamiento, las actividades de subsistencia y la sustentabilidad ambiental de acuíferos), se encuentra en el Congreso desde el 2011. El avance logrado el 2016, cuando este fuera aprobado por la Cámara de Diputados, se ve hoy amenazado con las indicaciones del actual gobierno, las que, respondiendo a las presiones del empresariado, apuntan en la dirección de mantener la perpetuidad de los derechos de agua vigentes y futuros, y desestiman la priorización de usos de aguas.

Otro ámbito de responsabilidad del Estado es el de la privatización de los servicios sanitarios y su incapacidad para garantizar la provisión del derecho al agua potable y de saneamiento. En efecto, bajo el gobierno de Frei Ruiz Tagle, se impulsó un proceso de traspaso de las sanitarias a privados, incluyendo a ESVAL, ESSBIO, ESSAL y Aguas Andinas, reservándose para el Estado el 40 % de las acciones de dichas empresas. Bajo el primer gobierno Sebastián Piñera en 2012 el Estado se desprendió de gran parte de sus acciones remanentes en ellas, manteniendo sólo un 5 % de participación.

Fue esta política de Estado la que determinó que ESSAL, constituida en 1990 como empresa de CORFO continuadora legal del Servicio Nacional de Obras Sanitarias, pasara a ser controlada por Aguas Andinas, la que a su vez hoy es controlada por el Grupo Suez, empresa de capitales franceses y con inversiones en el rubro en América Latina y el mundo.

La responsabilidad de ESSAL en la crisis generada en Osorno es indiscutible. Ella ha sido representada por el gobierno y reconocida por los propios directivos de la empresa. Todo indica, sin embargo, que no se trata de un episodio aislado, sino de uno más en una larga lista de negligencias y ausencia de debida diligencia, la que ha resultado en la afectación del derecho de la población de la región de Los Lagos para acceder al agua potable y de saneamiento suficiente, salubre y aceptable. En efecto, de acuerdo a la Superintendencia de Servicios Sanitarios desde el 2014 se han abierto 85 procesos sancionatorios contra ESSAL, siendo multada por $3.500 millones, multas principalmente relacionadas con incumplimientos en la calidad de sus servicios en ciudades como Panguipulli, La Unión, Ancud y Osorno. El 2017 la Municipalidad de Puerto Varas interpuso una demanda en su contra por su responsabilidad en la contaminación con aguas servidas en el lago Llanquihue, demanda que es sustanciada ante el Tercer Tribunal Ambiental de Valdivia. En junio de 2018, ESSAL fue multada por la Superintendencia de Servicios Sanitarios por $400 millones por reiteradas descargas de aguas servidas sin tratamiento al Lago Llanquihue durante 2017 (Soto y Bujes, MODATIMA, El Periodista, 18 julio 2019)

La administración de los servicios de agua potable por empresas sanitarias privadas como ESSAL y otras controladas por Aguas Andinas, tampoco ha permitido incrementar el acceso de la población a este elemento vital, siendo el agua potable en muchas regiones con importante población abastecida por camiones aljibes. Así de acuerdo a la Dirección de Obras Hidráulicas, al 2014 existían en Chile 417.516 personas que carecían de agua potable, la mayoría en las regiones del Maule, Bio-Bio y Araucanía, donde el 63% de la población no poseía este servicio esencial. En contraste con ello, de acuerdo a la OECD (2016) la administración por privados de las sanitarias determina que Chile cuente con uno de los servicios más caros de agua potable en toda América Latina.

La participación del Grupo Suez, empresas de capitales franceses, como controladora de Aguas Andinas, propietaria de ESSAL, también constituye un hecho de preocupación desde la perspectiva de derechos humanos. Como sabemos, las inversiones de empresas extranjeras en Chile han sido estimuladas por los alrededor de 30 acuerdos comerciales suscritos por Chile con más de 60 estados en las últimas décadas. En el caso de Suez, estas inversiones han sido realizadas al amparo del Acuerdo de Asociación con Unión Europea suscrito el 2002, cuyo pilar comercial otorga garantías a los inversionistas europeos en nuestro país. De acuerdo a los Principios Rectores antes referidos los estados deben mantener una política internacional coherente de modo de garantizar que esta, que incluye tratados o contratos de inversión, no vulnere los derechos humanos. (Principio Rector 9)

Se trata de un tema no menor en momentos en que Chile y la Unión Europea se encuentran negociando la renovación del componente comercial del Acuerdo de Asociación vigente, acuerdo que debería asegurar que las inversiones europeas en Chile no tengan impactos adversos en los derechos humanos. Ello, sin perjuicio de la responsabilidad que de acuerdo a los órganos de Naciones Unidas tiene también el Estado de Francia, el que de conformidad con sus obligaciones extraterritoriales de derechos humanos, debe garantizar que empresas domiciliadas en ese Estado- en este caso las empresas del grupo Suez- no vulneren los derechos humanos cuando estas desarrollen actividades fuera de sus fronteras.

Por todo lo anterior es que la crisis sanitaria generada por ESSAL en Osorno no solo debe ser abordada con la aplicación del máximo rigor de la ley, como lo han propuesto las autoridades – lo que podría incluir la cancelación de su concesión- sino que también debe llevar al Estado a revisar su marco normativo – incluyendo el Código de aguas- y la política pública, como la que ha entregado servicios de utilidad pública, como son las sanitarias, a empresas privadas cuyo fin es el lucro, sin imponer reglas para proteger los derechos humanos de la población. También es el momento para que el Estado, y en particular las empresas, tomen en serio sus obligaciones y responsabilidades en materia de empresas y derechos humanos. Ello más allá de la retórica de los Planes de Acción incumplidos en el primer caso y de la responsabilidad social empresarial en el segundo.

Mientras ello no ocurra es muy probable que episodios como este, lamentablemente, vuelvan a repetirse.