In Opinión

El 15 de diciembre de 2020, después de más ocho meses de intensos debates[1], se aprobaron finalmente los escaños reservados para pueblos indígenas, los cuales estarán distribuidos entre los 10 pueblos indígenas legalmente reconocidos en Chile de la siguiente manera: siete escaños para el pueblo Mapuche, dos escaños para el pueblo Aymara y un escaño para los pueblos Diaguita, Colla, Lican Antay o Atacameño, Quechua, Yagán, Kewésqar, Rapanui y Chango. En total 17 escaños que formarán parte de los 155 convencionales que elegirá la ciudadanía para redactar una nueva Constitución para Chile.

Si bien existieron múltiples obstáculos y limitaciones para el reconocimiento de los escaños reservados para los pueblos indígenas, como el que los escaños no sean proporcionales al peso demográfico que corresponde a los pueblos indígenas de acuerdo al último Censo de Población[2], el que no se reconociera el criterio de la auto identificación para acreditar la calidad indígena de los ciudadanos y ciudadanas que se identifiquen como pertenecientes a un pueblo indígena, el no aprobar ningún escaño para el pueblo afrodescendiente, y el lamentable desconocimiento que se evidenció en el debate sobre los derechos de los pueblos indígenas; nos encontramos sin duda ante un cambio fundamental. Y es que por limitado que pueda parecer este espacio, es una oportunidad histórica y un punto de inicio para comenzar a construir un futuro conjunto donde los pueblos indígenas no estén nunca más excluidos de la construcción de un país diverso y plurinacional.

Asimismo, es importante reconocer que la elaboración de una nueva Constitución y la aprobación de los escaños reservados para pueblos indígenas no fue una concesión del gobierno o de los partidos políticos; sino más bien fruto de las movilizaciones que surgen con el denominado estallido social que inician los y las estudiantes, y al que se van uniendo hombres y mujeres de todos los sectores excluidos por el sistema económico, social y cultural. Movilizaciones en las que también se hacen presentes los pueblos indígenas y sus principales símbolos, en especial la wenufoye –bandera mapucheque es reivindicada en todas las marchas, evidenciando su uso que la lucha y cuestionamientos al estado por parte de los pueblos indígenas es anterior al estallido social, y que son cientos de años de resistencia indígena debido al despojo de sus territorios y por la continua criminalización y represión que enfrentan.

En este escenario de resistencia y movilización, las mujeres indígenas han estado muy presentes, señalando, entre otras cosas, que las políticas extractivistas del gobierno son también una forma de violencia que se ven obligadas a vivir a diario, pues afectan no solo sus territorios y sino también sus formas de vida, al ser las encargadas de transmitir la cultura y los conocimientos a las nuevas generaciones, como el cuidado de la naturaleza, del medio ambiente, de los bienes comunes y por el rol que las mujeres desarrollan respecto a la soberanía alimentaria, el cuidado de la salud, entre otros. Y es gracias también a estas luchas que hoy se avanza hacia la construcción de esta nueva carta fundamental que se escribirá, por primera vez en Chile y el mundo, de forma paritaria entre hombres y mujeres, o visto desde la visión de los pueblos indígenas, aportando de forma complementaria tanto hombres como mujeres.

La paridad en la asignación de los escaños reservados operará para el total de los convencionales, y para los representantes de pueblos indígenas significa, en el caso de los pueblos mapuche y aymara, que si una vez obtenidas las candidaturas preliminares, las de un sexo superan al otro en más de un escaño, serán sustituidas por la candidatura paritaria alternativa del mismo pueblo, cediendo la candidatura del sexo sobrerepresentado con menor votación, su escaño a su candidata/o alterno. Para los demás pueblos, si sumados los ocho escaños de los ocho pueblos restantes, no se logra alcanzar la paridad de género, se sustituirá a los/las candidatos/as menos votados por sus candidaturas alternativas paritarias hasta alcanzar el equilibrio.

Para ello, cada candidato o candidata deberá inscribirse designando una candidatura alternativa del sexo opuesto, para que, en caso de ser necesario, pueda aplicarse el mecanismo de corrección paritaria y ser reemplazado o reemplazada, y así lograr un número equitativo de escaños entre hombres y mujeres.

Este mecanismo asegurará que la nueva carta fundamental se elaboré de forma paritaria. Y esta es una reivindicación importante porque como ya hemos mencionado, las nuevas oportunidades de cambio social que se abren se han dado gracias a las movilizaciones y la lucha social de hombres y mujeres, donde tanto hombres como mujeres indígenas han tenido un rol muy relevante. Asimismo, las mujeres indígenas son una parte importante de la población[3], por lo que deben estar adecuadamente representadas. Son ellas, quienes conocen directamente la realidad de la que hablan y son las que pueden hacer llegar los intereses y aportes directos de las mujeres que representan. Porque las mujeres indígenas tienen un rol y aportes fundamentales dentro de sus comunidades, territorios, y el país en general, que muchas veces no está suficientemente visibilizado y debe hacerse presente.

Por ello, es importante mencionar el aporte fundamental que realizan al desarrollo social, político y cultural de sus pueblos y naciones; como, por ejemplo, el rol que han venido desempeñando en el contexto de la pandemia que estamos viviendo, donde vienen aportando con sus conocimientos en salud y en el uso de las plantas medicinales, activando redes de trueque o compartiendo sus productos de forma solidaria con quienes más lo necesitan, como lo hicieron las hortaliceras de Temuco.

Las mujeres tienen también un rol importante en la defensa del medio ambiente y sus territorios, siendo activas defensoras del territorio, como son los casos de Ercilia Araya, lideresa Colla que viene enfrentando a diversas mineras en el norte del país por proteger su territorio ancestral o de la Machi Millaray, líder espiritual mapuche que está luchando contra un proyecto hidroeléctrico en el sur de Chile que afecta un sitio de gran importancia espiritual para su pueblo. Sirve también mencionar, todo el aporte que las mujeres indígenas vienen realizando a la lucha contra el cambio climático, a través de sus conocimientos tradicionales, respecto al manejo y conservación de los bienes comunes o recursos naturales, adaptando sus cultivos a situaciones tan adversas como sequías o invernadas extremas para asegurar la soberanía alimentaria, o aportando a la protección de la biodiversidad del planeta en su rol de guardianas de las semillas. Y desde luego, la activa participación política que vienen ejerciendo en sus territorios, comunidades y organizaciones, así como en la política nacional donde cada vez están más presentes denunciando el despojo de sus territorios, la defensa del agua, la revitalización de sus idiomas y las políticas extractivas, neoliberales y patriarcales del estado.

Sin embargo, a pesar de esos aportes vitales, las mujeres indígenas son también quienes afrontan las mayores desigualdades y brechas, no solo respecto a la situación de las mujeres no indígenas, sino del resto de la población en general, como, por ejemplo, las mayores barreras en el acceso a la justicia, a la educación y a salud de calidad, y son también quienes afrontan mayores situaciones de discriminación y violencia.

Por ello, la participación de la mujer indígena en el proceso constituyente será fundamental, no solo para avanzar en superar las brechas que enfrentan y que esto se aborde directamente con su participación, sino también para visibilizar y construir a partir de los aportes que vienen realizando, no solo en relación a sus pueblos y naciones, sino en general a la construcción de un nuevo país, pues actualmente los aportes y las luchas de las mujeres indígenas son transversales a todas las temáticas que puedan desarrollarse.

En este sentido, la participación de la mujer indígena en el proceso constituyente no será solo numérico, sino que deberá plasmar los aportes específicos que viene realizando, porque avanzar hacia el buen vivir para todos los pueblos no puede concebirse sin el bienestar de todas las mujeres.

 

* Karina Vargas H., coordinadora del Programa Derechos de los Pueblos Indígenas, Observatorio Ciudadano

[1] En marzo de 2020 parlamentarios de diversas bancadas presentaron a la Cámara de Diputados un proyecto de reforma constitucional para modificar la Constitución Política de la República de 1980 y reservar escaños a representantes de los pueblos originarios en la integración del órgano constituyente que se conforme para la creación de una nueva Constitución (Boletín N°13129-07).
[2] Un 12.8% de la población total del país se reconoce como parte de un pueblo indígena en Chile (INE, 2017).
[3] El 12,4% de las mujeres en Chile se reconoció como mujer indígena (INE, 2017).
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