In Opinión

Sin duda queda mucho por reflexionar y decantar sobre este resultado. A priori creo que se corrieron ciertos cercos. Pese a quien le pese, el cambio constitucional es una demanda y una urgencia transversal, que, de no ser abordada, causará mayor inestabilidad y polarización en el país.

Tras el plebiscito de salida de este 4 de septiembre y un poco más repuesta, con el corazón más templado y la mente más fría, me atrevo a escribir estas palabras que no intentan otra cosa más que darle sentido a lo que pasó el domingo e identificar las razones, sin orden de importancia, por las cuales el 62% del electorado habilitado para votar, rechazó esta propuesta constitucional. Lo primero es señalar que no hubo una sola razón, sino que fueron una multiplicidad de factores que se conjugaron y que dieron este resultado, y que van tanto en la línea de factores endógenos (lo que nos faltó) como exógenos (ajenos al apruebo) y que en mayor o menor medida influyeron. Con la certeza de que Ud. puede o no estar de acuerdo, y que posiblemente haya más razones, aquí va:

  1. Noticias falsas o la posverdad

Las fake news desde hace un buen tiempo vienen causando estragos en elecciones a nivel mundial, incluso afectando resultados electorales y las intenciones de voto, en base a mentiras o tergiversaciones. Las redes sociales se han convertido en fuentes de información para muchas personas y los y las influencer, comovoces válidas para informar, pero también para instalar posverdades. En tal sentido, no es de extrañar que, quienes celebraron el domingo, entre sus argumentos esgrimieran que: “ya no les quitarían sus casas”, “que Chile seguirá teniendo un escudo y una bandera”, “Que los mapuche no tendrían más derechos”, “Que no se abrirían las puertas de par en par a los migrantes”, “y que ya no se expropiarían los fondos de pensiones”, entre otras informaciones lisa y llanamente FALSAS y que tik tokers levantaron sin ningún pudor y sin rectificación.

Los medios de comunicación hegemónicos, en tanto, tampoco contribuyeron a desmontar estas ideas, y si lo hacían, ya era muy tarde como para reparar el daño causado. Los medios escritos más importantes tanto a nivel nacional como regional destacaban los entretelones de la Convención, los “cahuines”, los errores, las polémicas, en vez de relevar el debate de ideas que se estaba llevando a cabo. Hubo una falta grave a la rigurosidad periodística y más bien lanzaban titulares tendenciosos para incidir en la opinión pública[1].

  • El marketing y el dinero lo pueden todo

Relacionado al punto anterior, si de algo estamos seguros es que la campaña del rechazo no escatimó en gastos. Volcaron todos sus recursos en empresas de marketing y publicidad pagada en redes sociales, televisión y radios, con eslóganes que apelaron a lugares comunes como: “Una que nos una”, “Así no”, “Rechazamos con amor” y sin freno ni tapujos nos inundamos de frases cliché, mentiras y desinformaciones, mientras que, en las principales redes sociales, los bots vomitaban odio en contra de la Convención, los escaños reservados, los movimientos sociales o las mujeres. Preocupa además que no se haya hecho una fiscalización a este gasto ni se haya frenado este descontrol que sólo alimentó un juego sucio por parte de la derecha y los grupos de poder[2].

  • Poco tiempo

Un proceso de debate constitucional es algo complejo que sin duda debe hacerse con tiempo para contar con la participación de todos los sectores de la sociedad y no solo eso, sino tener oportunidad de entender la propuesta, masticarla, analizarla, criticarla, comentarla. Sin embargo, un año no fue suficiente y, por tanto, mucha gente se quedó debajo de la mesa y entonces el resultado no le hizo sentido, o bien, ni siquiera tuvo el tiempo para analizar o leer la propuesta.

  • Maximalismo y desconexión con las demandas de las clases populares

Entre los análisis que he leído, uno de los argumentos que se esgrimen es que la nueva constitución pecó de “maximalista”. Como señaló Diana Aurenque en una columna de El País titulada “En Chile fracasó el maximalismo progresista”: “El maximalismo progresista de la propuesta fue quizás su mayor belleza ideológica, a la vez que su mayor error estratégico: poner en la misma balanza la necesidad de asegurar un mínimo de derechos sociales —inexistentes con la actual Carta Magna— con una serie de derechos y protecciones liberales”. Creo que, entre tanto anhelo de justicia, de la necesidad de reconocimiento y reparación especialmente a los grupos históricamente excluidos, ¿puede ser que pedimos mucho? ¿Quizá entre tantos derechos y garantías, aquellos derechos más sentidos como la educación, una salud y pensiones dignas, la vivienda o el trabajo se perdieron en el mar de artículos? Es probable que hubo a quienes la propuesta no les gustó lisa y llanamente porque hablaba de aborto o de educación sexual integral. ¿Quizá fuimos demasiado lejos?

  • Inclusión de conceptos “desde arriba”

Unido a lo anterior, hubo conceptos que se plasmaron en la propuesta que generaron controversia o no se comprendieron del todo, tal como la plurinacionalidad. Por más informes, charlas o talleres que se hicieron al respecto, el concepto no sólo no se entendió, sino que dio pie para levantar discursos de odio y racistas en contra de los pueblos originarios, cuya peor parte creo que se la llevó el pueblo mapuche. A mi juicio, este es un concepto que viene desde la academia y las organizaciones de la sociedad civil y que no les hizo sentido a las bases, o al menos a una parte. Así pasó también con otros conceptos como el pluralismo jurídico, la neurodiversidad, las autonomías territoriales o la regionalización. Este es uno de los desafíos mayores que visualizo desde el área de la educación en derechos humanos. ¿Cómo explicamos conceptos tan abstractos que implican mayor reconocimiento e inclusión, en un lenguaje más comprensible? ¿Cómo hacemos para que le hagan sentido a la mayoría, teniendo en cuenta que como sociedad estamos atravesados por estructuras como el racismo o el colonialismo?

  • Falta de educación cívica y de derechos humanos

Anclándolo con el punto anterior, creo que falta mucho en el plano de la educación cívica que van desde entender la importancia de una constitución y qué implica en la vida cotidiana, hasta comprender el funcionamiento del país, sus instituciones, leyes, mecanismos de deliberación, etc. Además de profundizar sobre qué comprenden los derechos civiles y políticos y cómo se ejercen, es fundamental concebir la educación ciudadana, cívica o de derechos humanos, como una materia que se debe impartir de manera transversal a la sociedad desde la infancia hasta la vejez, permanentemente y no para eventos cívicos puntuales. Solo así podremos hablar de un verdadero voto informado y de un ejercicio efectivo de nuestros derechos políticos. Y, por tanto, también sufragar con conocimiento respecto a las consecuencias de una opción u otra, lo que era crucial para un plebiscito de esta envergadura.

  • Rechazo a la clase política y al gobierno actual

De ese 62%, también hubo personas que a través de su voto rechazaron a la clase política, a los acuerdos políticos hechos por arriba, sin consultar con los de abajo. Un voto visceral en contra de los abusos, que quizá no tenían tanto que ver con la propuesta en sí, pero sí con sentirse profundamente defraudados con el sistema político-electoral y cómo se concibió este proceso constituyente (Acuerdo por la Paz), por la pendiente liberación de los presos políticos de la revuelta o la agudización del conflicto en Walmapu. Y si quienes al sentirse así no rechazaron, ciertamente anularon. Este segmento es el que quizá esté ahora más frustrado viendo como el proceso ahora es manejado por los partidos políticos y, por cierto, eventualmente por el Congreso. Por otro lado, si bien el plebiscito apuntaba a si aprobamos o rechazábamos esta propuesta constitucional, para algunas personas esta pregunta se convirtió en: ¿Aprueba o rechaza el actual gobierno de Gabriel Boric? Hubo quienes hicieron de su voto una herramienta para evaluar la gestión actual, una crítica a su acercamiento a la ex concertación y a “los políticos de siempre” y una forma de decir que se sienten defraudados por no tener más IFE, ni más retiros del 10%, ni más ayudas sociales.

  • Conflictos derivados de la Convención Constitucional

Sobre este punto quiero partir diciendo que valoro mucho el trabajo de muchos y muchas convencionales que pusieron su cuerpo, alma y corazón en esta propuesta, pero desafortunadamente creo que la forma de comunicar su trabajo no fue suficiente, o al menos no llegó de la mejor forma. Como todo proceso político, éste no estuvo exento de conflictos, de mezquindades, egos, facciones y muñequeos. Lamentablemente esto trascendió y salió en los medios tanto hegemónicos como alternativos y dio la impresión de que ciertos sectores se atrincheraban y no daban espacio al diálogo y al consenso. Esta radicalidad fue alejando también a un sector más moderado de la población que comulga en el centro (sea de derecha o de izquierda) y cuyo epítome a nivel de la clase política lo vimos con el nacimiento de “Amarillos por Chile”. Por otro lado, no podemos olvidar las tristes y evitables polémicas que rodearon la Convención, siendo la peor de ellas el fraude de “Pelao Vade” y las ordinarieces y racismo de la Sra. Marinovic, entre otras que no vale la pena detallar, pero que contribuyeron también a alejar la Convención de la ciudadanía.

  • Miedo

El miedo es un arma tan poderosa que muchos y muchas votaron rechazo por miedo. Sean sus razones fundadas o infundadas basadas en fake news, lo cierto es que la gente tuvo miedo. Miedo al cambio, a la supuesta “refundación de Chile”, miedo a convertirnos en “Chilezuela”, miedo a la incertidumbre, a un nuevo paradigma, a un nuevo sistema político y social; miedo a cambiar instituciones de años como el Senado. Miedo a la implementación de una propuesta de este tipo, tan de “avanzada”. En fin, miedo a lo desconocido, lo cual caló más hondo en un contexto complejo de crisis económica global, con un alto costo de la vida, una alta inflación y una creciente polarización.

  1. Pinochet no termina de morir

Y, por último, encontramos al voto rechazo duro, ese que rechazó de entrada y de salida, que no quiere cambiar la constitución, que celebró el domingo con la foto del dictador Pinochet y que no quiere perder sus privilegios y por tanto, hará cualquier cosa para sabotear este proceso de cambio constitucional.

Sin duda queda mucho por reflexionar y decantar sobre este resultado. A priori creo que se corrieron ciertos cercos. Pese a quien le pese, el cambio constitucional es una demanda y una urgencia transversal, que, de no ser abordada, causará mayor inestabilidad y polarización en el país. La paridad, por otra parte, concitó amplio acuerdo entre las distintas fuerzas políticas y de seguro estará presente en una nueva propuesta. Otros temas como el ecologismo, los derechos sexuales y reproductivos o la descentralización me parece que tendrán nuevamente que pelear su sitial. Lo demás sólo el tiempo, las fuerzas y la historia lo dirán.

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Mabel Cobos Fontana.

Coordinadora del área de Educación y Derechos Humanos del Observatorio Ciudadano


[1] Si quiere conocer más sobre esto puede leer el último reportaje de CIPER: “Los cuatro días clave que llevaron al Rechazo al tope de las encuestas y los cinco meses de campaña para mantener esa ventaja”.

[2] Véase: “La campaña sin control en las redes: 36 entidades han gastado $119 millones sin fiscalización del Servel”

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