Por Luciana Ghiotto – Coordinadora de la Plataforma América Latina mejor sin TLC, miembro de ATTAC Argentina y la Asamblea Argentina mejor sin TLC; colaboradora del Transnational Institute (TNI)
Una mayoría simple de Diputados aprobó este miércoles 17 el Tratado Transpacífico, conocido como TPP11, en un contexto social anteriormente inédito en Chile. En medio de un completo rechazo de las organizaciones sociales, sindicales y ambientalistas, y después de un proceso que llevó 2 meses de vueltas parlamentarias, los Diputados decidieron a conciencia hacer oído sordo de las voces sociales que exigían el rechazo del TPP11.
Los argumentos ya no valieron al final del camino. No importaron las razones dadas, como la inexistencia de estudios de impacto por sector para ver cómo afectaría el tratado sobre los diferentes aspectos de la vida económica y social chilena; tampoco valió el reclamo de la falta de aplicación de la consulta previa a las comunidades indígenas, tal como lo indica el Convenio 169 de la OIT, suscrito por Chile. Quedaron atrás las decenas de documentos que se entregaron a cada Diputado desde la Plataforma Chile mejor sin TLC, con cuadros de análisis por capítulo, explicando los peligros de cada cláusula. Tampoco importó que se les mostrara a los Diputados que el tratado avanzaría sobre sus propias capacidades legislativas, ya que mediante el capítulo 25 de Coherencia Regulatoria el estado chileno estará obligado a revisar sus políticas cada 5 años para adecuarlas a los requerimientos regulatorios del TPP11.
Nada importó. Pero entonces, ¿qué importó? Importó la “política de estado” que viene llevando Chile desde hace casi 20 años: la política de la apertura y la privatización que generó la reprimarización de la economía, la espealización en pocos productos primarios hechos para la exportación, y la conversión de Chile en uno de los países más desiguales del mundo. A eso ha llevado la decena de Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados por Chile, sea bajo la bandera de gobiernos más de derecha o de otros (supuestamente) más progresistas. Con la excusa de la inserción mundial, Chile tomó el camino del neoliberalismo. Pero los impactos sociales y ambientales de esta política han sido innegables.
Importaron también las opiniones interesadas de sectores concentrados del mundo empresarial chileno, de aquellos que son los dueños reales del país, como el Grupo Luksic o los magnates de la industria minera y de servicios. Porque esta política de estado no deja sólo perdedores: hay un grupo de gente que gana millones con la apertura comercial y los bajos aranceles, que se benefician de tener Estados “eficientes” y no interventores en la economía, que sacan provecho de las poblaciones hambrientas y disciplinadas. Porque efectivamente los TLC pueden ser muy buenos para los exportadores y los inversores extranjeros pero son nefastas para las personas de a pie.
Lo que se nos ha ido
Se ha perdido una posibilidad histórica. Que los Diputados rechazaran el TPP hubiese implicado que sólo el año próximo el proyecto podía ser presentado nuevamente por el Poder Ejecutivo para ser ratificado por las Cámaras. Ahora, el proyecto pasa a la Cámara de Senadores, tradicionalmente más conservadora, hecho confirmado por su composición actual. Es probable que sea más difícil frenar el tratado en esa Cámara.
El rechazo del TPP11 este miércoles hubiera implicado un fuerte revés a este tratado. Hubiera sido prácticamente el único revés que sufriera en todos los países que ya lo ratificaron, incluído México, donde fue ratificado prácticamente sin debate y con total desconocimiento por parte de los propios legisladores y de la población en general. De hecho, para 6 países (Canadá, Japón, Australia, México, Nueva Zelandia y Singapur) este tratado ya entró en vigencia el 30 de diciembre de 2018. Todavía es pronto para saber los impactos reales. Pero los esperados son numerosos y profundos.
Lo que nos ha quedado
Lo que ha quedado es lo menos visible. Por un lado, queda una red inmensa de organizaciones sociales, sindicales y políticas que se activaron en torno a un tema “global” pero con fuertes impactos locales. Podemos decir también que se ha logrado el salto generacional: sumar a esos miles de jóvenes a una lucha que ya parecía caduca, la lucha de las redes globales, y que ya es de ellos también. Esos veinteañeros estaban naciendo cuando fue el Foro Social Mundial y eran infantes en la campaña contra el ALCA; no sintieron en carne propia el alzamiento zapatista ni formaron parte de la Alianza Social Continental. Pero ahí están, dispuestos a pelear por lo suyo. Y el rol de las dirigencias es acompañarlos, ayudarles a entender que no todo empezó con ellos, que venimos de una historia de lucha que se remonta a decadas, pero que en los últimos años ha tenido la particularidad de construirse a través de redes horizontales y solidarias.
Por otro lado, este proceso deja un enorme sendero recorrido a nivel regional. Seguramente desde la lucha contra el ALCA no se había producido tamaña reacción contra un tratado de libre comercio. Y esa reacción, esa rabia, vino desde Chile. La pelea dada a escala nacional nos ayuda a poner en el banquillo de los acusados a todo el entramado de tratados que se vienen firmando en la región desde hace 25 años. Y por eso, no se trata de un problema meramente chileno, aun si la coyuntura llevó esta vez allí la discusión del TPP11. Seguimos articulándonos a nivel continental porque entendemos que el mismo problema nos afecta a todos y a todas, en todos los sectores y escalas. La Plataforma América Latina mejor sin TLC nació desde ese entendimiento: los TLC nos matan, y deben ser frenados. La política de los tratados es la misma, y sus efectos son similares en todos los países; por eso cuando hablamos de tratados de libre comercio no podemos ponernos nacionalistas: en este caso, debemos salvarnos todos juntos/as y recuperar ciertos márgenes de política y construcción de autonomías locales que permitan que continúe y se exprese la vida por sobre la mercantilización. Claro, con todas las dificultades que eso implica. Pero no por difícil, menos necesario.
Finalmente, cabe decir que a nivel regional la lucha contra el TPP11 que se viene librando en Chile ha sido una inspiración para todos y todas en la región. Hoy se siente la tristeza de una lucha en donde se perdió una batalla importante, pero no está todo dicho, no aún. Todavía quedan instancias legales que tienen que ser recorridas. Y queda el rechazo gigante a esta política por parte de una población que no perdona. Como dijo un gran poeta chileno, “el mismo viento que rompió tus naves es el que hace volar a las gaviotas”.