Poder legislativo y captura corporativa

Por José Aylwin y Lorena Arce

Con preocupación observamos la creciente presión que desde el sector empresarial se ha estado ejerciendo ante el Congreso Nacional en el contexto del debate de diversas iniciativas de reforma constitucional y legal que hoy se tramitan. Dicha presión está claramente orientada a favorecer los intereses económicos de este sector en detrimento de los derechos humanos, incluyendo, entre otros, la igualdad y no discriminación, la salud y el acceso a un medio ambiente limpio, sano y sostenible.

Aunque sabemos que no se trata de una realidad nueva, ella ha quedado burdamente al descubierto en el actual debate de dos cuerpos normativos: la propuesta de reforma constitucional de iniciativa parlamentaria en relación al cumplimiento (o incumplimiento)  del fallo de la Corte Suprema sobre los cobros discriminatorios e indebidos por parte de las Isapres a sus afiliados, y la indicación del ejecutivo al proyecto de ley que crea el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (ley SBAP), con el objeto de impedir actividades industriales en áreas protegidas, y específicamente, actividades acuícolas en áreas marinas protegidas.

Proyecto de ley sobre Isapres

El primer proyecto consiste en una iniciativa de reforma constitucional propuesta por los senadores de oposición Ximena Rincón (Movimiento Demócratas), Francisco Chahuán (RN), Matías Walker (Independiente ex DC), Javier Macaya (UDI) y Rodrigo Galilea (RN). De acuerdo al proyecto aprobado en general por la Comisión de Constitución del Senado, se incorporaría a la Constitución vigente una disposición transitoria que regula las bases para la determinación de las tarifas de los planes de salud y la implementación de sus ajustes de precios por parte de las Isapres (Boletín N° 15604-07).

En teoría, este proyecto pretende abordar el fallo de la Corte Suprema de diciembre de 2022 que acogió una serie de recursos de protección declarando inconstitucional la diferenciación por sexo y edad en las tablas de factores sobre las cuales las Isapres calculaban sus cobros. Ello en contradicción con la tabla de factores elaborada por la Superintendencia de Salud el 2019. En su fallo, la Corte Suprema señaló que las tablas de factores aplicadas por las Isapres eran “(…) incompatibles con el derecho a la igualdad ante la ley, especialmente entre hombres y mujeres y lesionan, asimismo, el derecho a la protección de la salud y el derecho a la seguridad social, en el sentido que todos ellos se encuentran reconocidos y asegurados en nuestra Carta Fundamental”.

Como consecuencia, las Isapres deberían devolver a sus afiliados los cobros en exceso realizados por la adecuación a la tabla única de factores de riesgo de la Superintendencia de Salud, lo que beneficiaría a más de 700 mil personas, la mayor parte de ellas mujeres. Se estima que el monto total estimado a ser reembolsado alcanza a USD 1.400 millones. La reforma promovida por los parlamentarios propone la creación de un nuevo modelo de atención en Fonasa, otorga facultades y atribuciones a la Superintendencia de Salud y modifica normas relativas a las Isapres, siendo su objetivo de fondo el salvataje a las Isapres.

El proyecto, además de ser cuestionado por juristas por su inconstitucionalidad, lo ha sido también desde el gobierno dado que buscaría anular los efectos del fallo de la Suprema, impedir la rebaja de los planes de las Isapres y evitar la devolución de los cobros excesivos y discriminatorios pagados por los usuarios de estas instituciones. Frente a esto, para asegurar el cumplimiento del fallo el gobierno ha presentado una ley cortaen que se concede un plazo de seis meses a las instituciones para cumplir lo determinado por la justicia. 

El proyecto de Ley SBAP

En cuanto al proyecto de ley del SBAP (Boletín 9.404-12), que crea el nuevo Servicio de Biodiversidad y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, después de nueve años de tramitación en el Congreso pasó a su etapa final el reciente abril. En su tercer trámite legislativo la Comisión de Medio Ambiente del Senado (cámara de origen) revisó los más de 150 artículos que conforman el proyecto de ley, rechazando finalmente nueve artículos, por lo que se debió conformar una Comisión Mixta entre ambas cámaras para buscar acuerdos en su texto final, la que estuvo integrada por cinco integrantes del senado y cinco de la Cámara de Diputados y Diputadas.

En esta etapa final, uno de los temas más controversiales ha sido el referido a las concesiones sectoriales que regulan el tipo de actividades permitidas o prohibidas al interior de áreas protegidas. Dadas las diferencias existentes en esta materia, el Ejecutivo presentó una indicación que excluye todo tipo de actividades industriales dentro de las categorías más estrictas de conservación –Reserva de Región Virgen, Parques Nacionales y Monumentos Naturales–, lo que fue aprobado por la mayoría de los integrantes de dicha Comisión casi por unanimidad (votación 9×1 del art. 93).

La controversia surge en el inciso que buscaba excluir “toda actividad de cultivos de especies hidrobiológicas exóticas”, como la salmonicultura, del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (art. 149), el que incluye a las Reservas Nacionales y Forestales donde esta actividad aún está permitida por la Ley General de Pesca y Acuicultura (art. 158, LGPA). Buscando la forma de dar tranquilidad a la industria salmonera, se incluía un texto transitorio que señalaba que esta medida no sería retroactiva, por lo que no afectaría a concesiones ya otorgadas, ni tampoco a las que se encuentra en trámite, lo que en la práctica daba un período de más de 12 años para que la industria preparara su salida gradual de las reservas nacionales. Es importante destacar, además, que la indicación respondía a los estándares internacionales de conservación, donde la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) señala claramente que la pesca industrial y la acuicultura a escala industrial no son actividades apropiadas para ninguna categoría de gestión de áreas protegidas, incluyendo las reservas nacionales.

En cuanto al impacto de esta indicación, cabe señalar, que según datos de Terram, actualmente existen 1.359 concesiones salmoneras vigentes a nivel nacional de las cuales 402, o el 30%, se encuentran al interior del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. La mayoría de ellas están distribuidas entre la Reserva Forestal las Guaitecas (318), en la región de Aysén, y la Reserva Nacional Kawésqar (67) en Magallanes (Terram.

Finalmente, la controversia no logró resolverse en la Comisión Mixta y la indicación fue rechazada por un triple empate (5×5), con el voto en contra de los senadores Sanhueza (UDI), Núñez (RN) y Walker (IND), y los diputados Coloma (UDI) y Meza (Republicano).

Presión empresarial, captura corporativa y derechos humanos

Sumado a lo anterior, constatamos que los sectores empresariales afectados por estas normativas han ejercido una enorme presión en defensa de sus intereses corporativos y en detrimento de los derechos humanos. Ello tanto en el contexto del debate de ambos proyectos en el Congreso Nacional, como ante los medios de comunicación. En el caso de los proyectos de ley sobre las Isapres, estas señalaron en relación a la iniciativa del gobierno sobre la materia (ley corta), que esta iniciativa “disfraza un cierre por secretaría del sistema Isapre y el traslado obligado de las personas al Fonasa, que no da abasto para atenderlas”. El presidente de la Asociación de Isapres, Gonzalo Simon, señaló ante la Comisión de Salud del Senado, que si la iniciativa del gobierno sobre la materia se aprobaba tal como estaba planteada “en septiembre estará cerrado el sistema”.

De la misma manera la industria salmonera reaccionó ante la indicación del Ejecutivo a la ley SBAP con una amplia estrategia comunicacional, desinformando a la población y señalando que de ser aprobada se eliminaría el 60% de la salmonicultura chilena,  promoviendo así la movilización de sus trabajadores para defender sus empleos. Días previos a la votación en la Comisión Mixta proliferaron las publicaciones, columnas, seminarios y mensajes en redes sociales, para alertar sobre la debacle que generaría esta indicación. Como señaló la directora ejecutiva del Consejo del Salmón, Loreto Seguel, “la normativa tal como está es un jaque mate para más de un tercio del total de las concesiones actuales, que son alrededor de 1.300”. A su vez, el presidente de la Asociación de la Industria del Salmón de Chile (SalmonChile), Arturo Clement señaló que “este artículo sí genera incertidumbre; sí afecta al empleo, a proveedores, a pymes, a emprendedores y a la cadena de valor de este sector; sí afectará gravemente al desarrollo productivo del país y particularmente del sur austral”. Diversas organizaciones ambientales, con una larga trayectoria en el seguimiento de los impactos de la industria salmonera en la biodiversidad, salieron a desmentir algunas de las fake news que estaban circulando, pero no lograron evitar el rechazo a la indicación.

Estándares de derechos humanos aplicables a la actividad empresarial

Consideramos fundamental tener presente los estándares de derechos humanos aplicables a la actividad empresarial para analizar lo ocurrido en el contexto del debate parlamentario de las iniciativas normativas antes referidas. Los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Empresas, a los que nuestro país no sólo adhirió, sino que han dado origen a dos Planes de Acción Nacional para su implementación, establecen el deber de las empresas de respetar los derechos humanos, debiendo para ello emplear una debida diligencia en todo su accionar a fin de evitar provocar consecuencias negativas en ellos. Según estos Principios, las empresas deben abordar y mitigar las consecuencias negativas que su actividad ha provocado en los derechos humanos. Si bien estos deberes han sido establecidos para las empresas, también son aplicables a las entidades gremiales que las agrupan, como lo son la Asociación de Isapres de Chile, SalmonChile o el Consejo del Salmón.

En el caso de los legisladores, resulta sumamente preocupante que, en las votaciones sobre los proyectos acá referidos, hagan caso omiso a la responsabilidad de proteger los derechos humanos en el contexto de la actividad empresarial, que de acuerdo a los mismos Principios Rectores les compete como miembros de un órgano del Estado. En efecto, al justificar la motivación de su voto en el caso del proyecto de ley de Isapres como en el de la ley SBAP, han señalado que ellos apuntan a hacer posible la viabilidad financiera de las empresas concernidas. Así por ejemplo, el senador Matías Walker aseveró a la prensa en relación a la iniciativa de reforma que promovió junto a otros senadores: “debemos mantener la viabilidad de las Isapres.” En el caso del debate de la ley SBAP, el senador Espinoza por la región de Los Lagos, donde paradójicamente no hay áreas marinas protegidas afectadas, ha sido uno de los más activos en distintos medios en abogar por el rechazo a la indicación del Ejecutivo, señaló que esta “pone en serio riesgo miles de fuentes laborales”. Por su parte el diputado Fernando Bórquez (UDI), de la misma región, señaló que existe preocupación en las y los dirigentes de Chiloé, “sobre todo en aquellas mujeres que son jefas de hogar, que están angustiadas por quedar sin trabajo”.

El comportamiento de los parlamentarios en los proyectos legislativos aquí referidos, en clara defensa de intereses corporativos, si bien no puede ser considerado como constitutivo de delito, como ocurrió en el caso del ahora ex senador Jaime Orpis condenado a prisión por fraude al Fisco y cohecho al comprobarse los pagos de Corpesca en el contexto de la tramitación de la ahora anulada Ley de Pesca, resulta preocupante. Lo mismo, en relación a la presión pública que el sector empresarial ha desarrollado a objeto de obtener una normativa favorable a sus intereses económicos, en detrimento de los derechos humanos antes identificados reconocidos tanto por la constitución como por los tratados internacionales ratificados por Chile.

Lo ocurrido en el debate parlamentario de estos proyectos nos obliga a hacernos cargo en Chile de una realidad constatada por el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos, conocida como captura corporativa de los estados, fenómeno presente en muchos contextos. En su informe de 2020 al Consejo de Derechos Humanos de dicho Grupo de Trabajo, advierte que se trata de un problema emergente a nivel global que requiere de la mayor atención. Haciéndose eco de la preocupación de sociedad civil en su informe señala: “(…) las empresas pueden ejercer una influencia excesiva en los procesos legislativos y regulatorios abogando por políticas que socaven el respeto de los derechos humanos”. Junto con recordar que la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción reconoce que ciertos tipos de influencia pueden estar prohibidas, y aun cuando advierte que la consideración de la captura corporativa como corrupción es discutible, el Grupo señala que “(…) los Estados deben procurar adoptar sistemas destinados a prevenir los conflictos de intereses, o mantener y fortalecer dichos sistemas”. También subraya la importancia de contar con una reglamentación más estricta de los conflictos de intereses.

Desde la sociedad civil, la Red DESC, que agrupa a casi 300 organismos de derechos humanos en todo el mundo que abogan por la protección de los derechos económicos sociales y culturales, comparte la preocupación del Grupo de Trabajo sobre este creciente fenómeno. Para esta Red la captura corporativa de los estados “se refiere a los medios por los cuales una élite económica socava la realización de los derechos humanos y medioambientales mediante el ejercicio de una influencia indebida sobre las instituciones y los responsables de tomar decisiones en el ámbito nacional e internacional”.

Según la misma Red, una de las manifestaciones comunes de dicha captura es la interferencia legislativa y política ejercida por las empresas. Ella se traduce en “la presión ejercida sobre las legislaturas y los responsables políticos por las empresas y sus representantes para proporcionar mejores oportunidades de negocios, o eliminar/debilitar la regulación de las actividades corporativas, que en última instancia socavan la protección de los derechos humanos”. Según la Red tal injerencia puede manifestarse, entre otras modalidades, a través de actividades que incluyen “(…) las contribuciones a campañas y otras donaciones a funcionarios electos a cambio de proyectos de ley o votos favorables para los intereses de las empresas durante los procesos parlamentarios”.

Al escribir este artículo hemos querido visibilizar la preocupante realidad aquí descrita y condenarla enérgicamente, a objeto de que ella no se convierta en una práctica habitual.  Resulta evidente que en el debate de estos proyectos de ley los parlamentarios, como parte de un órgano del Estado, no están teniendo presente su obligación de proteger los derechos humanos, privilegiando claramente los intereses del sector empresarial por sobre los derechos de toda la ciudadanía. En este sentido resulta fundamental asegurar que la legislación vigente, en particular la ley del lobby, esté cumpliendo con su objetivo, de modo de garantizar la transparencia y la probidad frente a quienes abogan por sus intereses particulares. Ello es coherente con lo establecido en la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, ratificada por Chile, que dispone que los Estados partes deben evaluar periódicamente los instrumentos jurídicos y medidas administrativas pertinentes a fin de asegurar que estas sean eficaces para combatir la corrupción.

Lo mismo cabe señalar en relación a la conducta del sector empresarial en el debate de los proyectos de ley aquí analizados, quienes en la defensa de sus intereses corporativos están incumpliendo con su obligación de respetar los derechos humanos. Junto con el reforzamiento de la legislación antes referida sobre gestión de intereses particulares ante los poderes del Estado, se requiere avanzar en la perspectiva de dotarnos de una legislación de debida diligencia empresarial en derechos humanos, como aquella hoy existente o en debate en el contexto europeo y latinoamericano, legislación comprometida en el programa del actual gobierno, que permita prevenir y reparar los daños en derechos humanos en el contexto de la actividad corporativa. 

Todo lo anterior con miras a evitar que Chile avance en la lamentable senda que otros países de la región y del mundo han recorrido, donde las democracias se han visto debilitadas en la medida en que los órganos de los Estados van siendo crecientemente capturados por las empresas.

Caso Suez/Chile: el tribunal desestima la demanda interpuesta – la Ley sobre el deber de vigilancia queda vacía de contenido

En una decisión hecha pública hoy en el marco del caso Suez, el tribunal de primera instancia de París ha declarado inadmisible la acción judicial de las asociaciones demandantes, negando así el recurso efectivo a las víctimas de la grave crisis sanitaria de Osorno (Chile) ocurrida en 2019. La FIDH y sus socios recurrirán esta decisión.

París, 1 de junio de 2023. “Nuestras asociaciones, actuando en nombre de las comunidades afectadas de la localidad de Osorno, se han visto privadas de cualquier recurso efectivo contra el grupo Suez”, ha declarado José Aylwin, coordinador del programa Empresas y Derechos Humanos del Observatorio Ciudadano y responsable de misión de la FIDH. “Con esta decisión, la Ley francesa sobre el deber de vigilancia sigue careciendo de eficacia para que las comunidades afectadas de todo el mundo puedan acceder a la justicia.”

El tribunal de primera instancia de París ha estimado las pretensiones de la defensa. Según su decisión, Vigie Groupe SAS, anteriormente denominada Suez Groupe SAS, no podía considerarse demandada en esta causa debido a que el plan de vigilancia al que se refería la acción judicial no mencionaba qué empresa del Grupo Suez lo había realizado.

“Según esta interpretación, en el futuro, cuando no se haya firmado un plan de diligencia debida, las asociaciones no podrán saber contra qué empresa interponer una demanda”, ha declarado Clémence Bectarte, coordinadora del Grupo de Acción Judicial de la FIDH.

El juez dictaminó asimismo la inadmisibilidad de la demanda interpuesta por las asociaciones demandantes, ya que no habían actuado contra a la empresa basándose en el mismo plan de diligencia debida en el que se fundamentaba el requerimiento.

“Esta decisión vacía de contenido la Ley sobre el deber de vigilancia”, ha declarado Maddalena Neglia, responsable de la Oficina de Mundialización de la FIDH. “Nuestras asociaciones habían llevado a la empresa a los tribunales, tras constatar el fracaso del diálogo que tuvo lugar tras el emplazamiento, precisamente porque el nuevo plan no tenía en cuenta en absoluto las reivindicaciones que habíamos presentado.”

Esta decisión ilustra una vez más la reticencia de los tribunales franceses a pronunciarse sobre el fondo de esta ley, cuyo objetivo fundamental es proteger los derechos humanos y el medio ambiente. En otros casos anteriores, como el relativo al megaproyecto petrolero EACOP de Total en África Oriental, han sido declarados inadmisibles por motivos procesales controvertidos.

Una demanda interpuesta en respuesta a una grave crisis sanitaria

La FIDH, el Observatorio Ciudadano, la asociación Red Ambiental Ciudadana de Osorno y la LDH habían llevado a Suez a los tribunales el 11 de junio de 2021 en virtud de la Ley sobre el deber de vigilancia, tras haber emplazado a la empresa en julio de 2020. En julio de 2019, la población de Osorno (Chile) permaneció privada de agua durante diez días y se declaró la alerta sanitaria, debido a la contaminación de la red de agua potable tras un nuevo incidente operativo en ESSAL, empresa controlada por Suez. Este hecho se produjo después de que se hubieran detectado continuas deficiencias y negligencias, que los organismos de control chilenos habían señalado en múltiples ocasiones anteriormente, al indicar que existía un “elevado riesgo”.

La empresa alegó que Vigie Groupe, como sucesora de Suez SAS, no estaba legitimada para defenderla, y que las asociaciones habían emplazado a la empresa refiriéndose al plan de vigilancia de 2020, mientras que la citación para comparecer ante el tribunal se refería al plan adoptado en 2021, después del fracaso del diálogo entre la empresa y las asociaciones.

Las asociaciones recurrirán

“Vamos a recurrir esta decisión, porque queremos hacer que se reconozca la plena aplicación de la Ley francesa sobre diligencia debida”, han declarado Julie Février y Florian Curral-Stephen, abogada y abogado de las asociaciones demandantes. “Más de cuatro años después de la entrada en vigor de la ley, lamentamos que no haya habido ninguna sentencia de fondo sobre las violaciones de derechos humanos denunciadas.”

Esta decisión es aún más importante ya que se produce el día en que el Parlamento Europeo ha adoptado su posición sobre el proyecto de Directiva relativa a la sostenibilidad de las empresas. Frente a una Unión Europea que avanza hacia el establecimiento de un deber europeo de vigilancia, la jurisprudencia francesa parece ir en sentido contrario.

El avance de políticas migratorias regresivas en el continente: falta de canales deregularización accesibles, militarización de fronteras y control de la migración

La situación migratoria regional actual es inédita, tanto por el crecimiento exponencial de los
migrantes que viven en la región, como por la reconfiguración de las dinámicas migratorias
en la que países que tradicionalmente casi no recibían migrantes comenzaron a hacerlo.

En este escenario emergen políticas securitarias y restrictivas que buscan controlar los
flujos migratorios. Estas prácticas que parecían estar limitadas a los países del norte,
avanzan sin demasiada oposición hacia nuestra región y, año tras año, corren el límite de lo
habilitado. Mientras la situación de quienes buscan llegar a Estados Unidos se encrudece,
la militarización de las fronteras sudamericanas aparece cada vez más naturalizada.

Desde finales de febrero cientos de migrantes, en su mayoría de Venezuela, Haití y
Colombia, que residían en Chile se vieron obligados a dejar el país. Ello, por los altos costos
de vida y el endurecimiento de la política migratoria -en particular la falta de canales para
regularizarse y los proyectos de reforma legislativa que criminalizan la migración irregular-.
El gobierno de Chile decretó el despliegue militar al norte del país. Con ello, amplió las
atribuciones y deberes de las FF. AA, habilitando controles de identidad y detención de
personas en situación irregular o que hayan cometido o se crea que buscan cometer un acto
ilícito para ponerlas a disposición de las policías.

La situación se agravó aún más cuando la salida del territorio chileno se vio impedida por la
prohibición del gobierno de Perú de ingresar al país alegando falta de documentación. En
este contexto, Dina Boluarte decretó el estado de emergencia y la militarización de las
fronteras apelando a razones de orden interno y de seguridad nacional. Entre otras cosas, la
declaración del estado de emergencia restringe y/o suspende el ejercicio de los derechos de
libertad de tránsito, libertad de reunión y libertad y seguridad personales.


Regularización migratoria: una tarea regional
La militarización de las fronteras es la respuesta inmediata de los gobiernos a un problema
estructural que viene caracterizado a la región en los últimos años: la falta de mecanismos
de regularización accesibles y permanentes.


Lejos de frenar la migración, la escasez de opciones para acceder a una residencia legal
sólo aumenta la irregularidad y la vulneración de derechos. El acceso a la salud, la
educación, a una vivienda adecuada, a derechos laborales y a la protección social se ven
obstaculizados sin un estatus legal. Además, agudiza la violencia y vulnerabilidad a grupos
de especial protección como Niños, Niñas y Adolescentes y comunidad LGBTIN+.
El despliegue de Fuerzas Armadas para contener estos flujos profundiza los conflictos y
aumenta la situación de vulnerabilidad de esta población. La falta de herramientas y
formación adecuadas para este tipo de tareas y el riesgo de uso excesivo de la fuerza ponen
en peligro los derechos humanos de las personas migrantes.

Una política migratoria orientada a la inclusión, protección y no discriminación debe
fortalecer los procedimientos ordinarios y permanentes de regularización. Los mecanismos
de regularización extraordinarios que proliferaron en la región en los últimos años deben
implementarse sólo en situaciones de emergencia y enlazar sin fisuras hacia
procedimientos ordinarios y soluciones duraderas.

La respuesta que se pueda dar en este sentido no depende sólo de los Estados que están
directamente involucrados. La migración sur-sur es, sobre todo, un fenómeno regional; las
medidas adoptadas en cada país impacta en la movilidad hacia otros territorios. La
responsabilidad, por lo tanto, es colectiva y debe guiarse por los tratados de derechos
humanos y los principios de solidaridad que caracterizan a la integración regional.

La historia de la integración regional sudamericana tiene uno de sus hitos en los acuerdos
alcanzados en política migratoria. Los acuerdos de residencia del Mercosur y de la
Comunidad Andina han sido reconocidos internacionalmente por su alto nivel de protección
de los derechos de las personas migrantes. A través de estos acuerdos, los Estados
respondieron a los flujos migratorios desde un enfoque de derechos, con procedimientos
amplios y permanentes. Sin embargo, la recuperación de esta historia exige de una enorme
voluntad política que apueste a construir una respuesta regional y coordinada.

Es urgente reemplazar este modelo securitario y restrictivo de las migraciones que está
avanzando por uno basado en el respeto y la protección de los derechos de las personas
migrantes. La detención y criminalización deben ser sustituidas por políticas de
regularización amplias y accesibles y garantías para ejercer el derecho a solicitar asilo.
Organizaciones firmantes:
Argentina:

  • Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)
  • Comisión Argentina para. Refugiados y Migrantes (CAREF)
  • Centro de participación popular monseñor Enrique Angelelli
  • Red Nacional de Líderes Migrantes de la Argentina
    Brasil:
  • Fórum Internacional Fronteiras Cruzadas
  • Conectas Direitos Humanos
    Chile:
  • Observatorio Ciudadano
  • Red Nacional de Organizaciones Migrantes y Promigrantes
  • Movimiento Acción Migrante
  • Brigada Migrante Feminista
  • Colectivo sin Fronteras
  • Organización Migrantas
  • Centro Cultural y de Información El Monte
  • Clínica jurídica de migrantes y refugiados UDP
  • Observatorio de Género y Equidad
  • Observatorio de Violencia Institucional de Chile (OVIC)
  • Red de Periodistas y Comunicadoras Feministas de Chile
  • Fundación Incidencia
  • Foro de migración del honorable senado chile
  • Coordinadora Feminista Peñalolén
  • Corporación Humanas
    Colombia:
  • Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento–CODHES
  • Colectivo de Abogados y Abogadas José Alvear Restrepo (CAJAR)
    Ecuador:
  • Acción Ecológica
  • CEDHU Ecuador
    EEUU:
  • Haitian Bridge Alliance
  • Center for Democracy in the Americas (CDA)
    Honduras:
  • Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH)
    México:
  • Casa Tochan – Tochan Sueños y Realidades AC
  • América sin muros
  • Sin Fronteras IAP
  • Asylum Access México (AAMX) A.C.
  • Colectivo para el desarrollo transnacional de Michoacán (CODETMIC)
    Perú:
  • Centro de Políticas Públicas y Derechos Humanos – Perú EQUIDAD
  • Centro de Derechos y Desarrollo (CEDAL)
    Venezuela:
  • Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea)
    Regional (América Latina y El Caribe):
  • Red Jesuita con Migrantes (RJM-LAC)
  • Programa para América Latina y el Caribe. Centro de Derechos Reproductivos

Adhesiones a título personal:

  • Adrián Ramírez López, por la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos
    Humanos, Limeddh
  • María Elena López Gallardo – Sicsal, México
  • Natalia Del Valle Rojas – UNAM, México
  • Martha Angélica Robles
  • Miriam Yolilitzin Morelos Ariza
  • Gisela P. Zapata -l CEDEPLAR/UFMG, Brasil
  • Mara Tissera Luna – consultora independiente para UNICEF y agencias y ONGs
    internacionales
  • Valentina Rabasa Jofre – UNAM, México
  • David Woluwoouliyúu – Organización Nacional Indígena de Colombia y Coordinadora
    Nacional de Inmigrantes, Chile.
  • Valeria España – Académica, México
  • Antonia Mardones – Académica, Universidad de Chile
  • Stephanie López Villamil – Red de Politólogas
  • Manuel Eugenio Gándara Carballido, Académico Brasil.
  • Maria Villarreal – UNIRIO-DICIMI
  • Andrea Bolaños Vargas – ECO DDHH

Huneeus, Musante y Aylwin: Tres monólogos desconcertados sobre el proceso constituyente

No es un misterio que el nuevo proceso constituyente ha estado lejos de movilizar pasiones. Lo dicen las encuestas más recientes, confirmando apenas 30% de interés en un escenario donde lo que predomina es la desafección política.

Se dice también que el parlamento capturó el proceso. Que todo se hizo a puertas cerradas y que se echó de menos una mayor difusión, más actores y un sistema inclusivo que garantizara participación real. El mismo pecado capital que se le atribuyó al proceso anterior.

Eso sin desconocer la incapacidad que tuvieron las fuerzas progresistas de generar previamente una propuesta constitucional integradora. Un fracaso que todavía duele y que en este nuevo escenario ha generado discrepancias, dudas y reflexiones. Tantas, que algunos sectores incluso han llamado a votar nulo.

Aquí, tres voces críticas desmenuzan el proceso.

Camila Musante: “No quisieron escuchar a otros actores”

He sido crítica desde que se planteó un segundo proceso constituyente. A pesar que golpeamos las puertas para estar presente en la discusión, a poco andar nos dimos cuenta que era un diálogo a cuatro paredes. Siento que los partidos no han querido escuchar y terminaron tomándose este tema constitucional 2.0.

No quisieron abrir las puertas para escuchar a otros actores, ni tomarse los espacios para hacer un diagnóstico sobre lo que había significado el resultado del 4 de  septiembre. Y bueno, siempre supimos que desde el momento que se tomaron el proceso, las reglas iban a favorecer sólo a los partidos.

La verdad es que me parece tremendamente grave, porque el poder constituyente reside en el pueblo.  A todas luces me parece un proceso antidemocrático, pues radicó solo en los presidentes de los partidos políticos. La verdad es que yo veo que estamos retrocediendo.

Aunque creo que ha faltado mayor difusión, la gente no está muy receptiva a recibir la información disponible y hay mucha que no entiende porque estamos en un nuevo proceso constitucional. ¿Pero cómo se hizo algo si nunca le preguntaron a nadie?, me dicen. Al final a la ciudadanía esta elección le resulta completamente ajena.

Cada uno de  partidos está defendiendo su cuota, su espacio de poder con sus propios caballitos de batalla. Algunos hablan de la seguridad, otros de los derechos sociales y cada uno trata de sacar su propio rédito. A mí me parece que no haber sacado el borrador antes de la votación, para ver las bajadas de línea de los partidos, fue continuar con la manipulación. Hay un ocultamiento evidente que incluso puede llegar a ser doloso. Y esa es una demostración que este proceso no es democrático.

Me parece también que es una elección poco representativa, desde el momento en que renuncia a incorporar a la ciudadanía. Se nos ha criticado por la opción de votar nulo, cuando hubiese bastado con abrir un poquitito la puerta, invitando a más actores a construir los bordes.  Había muchas fórmulas, pero esa voluntad no existió. Por eso siento que el 7 de mayo va a ser un reflejo de esa desafección.

Yo no estoy para eso, por eso mi voto es nulo. Como en todas las elecciones hay buenos y malos candidatos, pero mi guerra es con el origen de este proceso y lo que se está planteando. No veo  una línea que busque avanzar hacia un país más justo, democrático o más equitativo. Me parece que es al contrario y que no va en la línea de las promesas de la nueva constitución.

Lo que me parece preocupante es el avance de un proceso así y quedarnos en silencio. Por eso decidí hablar, a pesar de que sabía que podía significar un golpe grande a mis colegas, a parte del mundo militante. Lo hice porque me parece que no podemos naturalizar situaciones como esta en nuestro país.

José Aylwin: “Es un proceso que carece de magia”

Al igual que gran parte de la gente, constato desmotivación en esta fase del proceso constituyente. Creo que el factor principal es que la participación de la ciudadanía es bastante limitada. Por otro lado, hay una serie de bordes constitucionales que han sido establecidos con anticipación por los partidos políticos, quienes tienen una muy baja credibilidad y confianza en la población.

Efectivamente creo que ha sido un proceso acotado respecto a quienes pueden participar y a ciertas temáticas que no van a poder transgredirse, debido a que existen instancias como el Comité de Expertos, el Consejo Constitucional y el Comité de Admisibilidad, destinados a que estos bordes no se sobrepasen.

Estamos entonces en un proceso que carece de magia, que no motiva a la ciudadanía, porque vuelve a una fase de la democracia en que el rol de la ciudadanía era el voto y esa es una concepción de democracia que está hoy superada.

Nos ha costado mucho aprender de nuestras  experiencias. No cabe duda que la constitución de 1980,  más allá de todas las  transformaciones que se le introdujeron, no permitió profundizar la democracia en cuanto al acceso de los derechos económicos, sociales y culturales, generando una sociedad fragmentada y desigual.

Los partidos políticos no fueron capaces de  transformar esa institucionalidad, siendo señalados durante el estallido como parte del mismo descrédito que permitió a las empresas y al poder económico capturar el Estado.  Pero también  hay que admitir que los sectores progresistas, independientes, indígenas, no fuimos capaces  de generar una propuesta  constitucional que fuese inclusiva a la mayor parte de la ciudadanía.

Faltó comprender que las constituciones no son necesariamente el espacio para  plasmar las utopías a las que uno aspira, sino que son espacios para construir acuerdos societarios, que permitan  avanzar hacia  esas utopías que uno  legítimamente tiene.

Y, en ese contexto, yo creo que el análisis autocrítico que hemos efectuado muchos es que una constitución maximalista, en un  contexto político adverso, crisis económica, procesos migratorios, incremento de la violencia y manipulación de la información, terminó en el rechazo a la anterior propuesta constitucional. Y eso nos llevó al escenario en el que estamos. 

Para entender cómo llegamos al estado actual debemos aprender de nuestros errores. Fue un cúmulo de circunstancias lo que permitió a los partidos políticos retomar el protagonismo, aunque no hayan aprendido la lección.

Mi mayor aprehensión tiene que ver con esta perspectiva de los aprendizajes.

Siento que los partidos políticos efectivamente tienen la sartén por el mango, porque han delineado este proceso constituyente, limitando el sentido de la participación y los temas que pueden ser  incluidos.  Mi mayor temor es que no se logre plasmar un sentir mayoritario de la ciudadanía. No lograr construir un acuerdo que tenga proyección y legitimidad en el tiempo.

Es muy posible que sea una carta constitucional que mantenga una institucionalidad que no concite la adhesión de la ciudadanía y mantenga  las inequidades que han causado tanto dolor y conflicto a este país, no logrando lo que una Constitución debe aspirar:  generar un pacto social  lo más inclusivo posible que permita establecer una convivencia democrática, pacífica y justa.

Carlos Huneeus: “Me parece normal que no exista interés”

Me parece normal que no exista interés en la Constitución porque el proceso anterior fue bochornoso. Además han pasado muchas cosas. La crisis económica, la inflación, la inseguridad. Hay una agenda bastante fuerte que desplaza la atención a otros lados.

Y por otra parte los partidos están tan debilitados como organización, sin temas sustantivos, que tampoco son una fuente de comunicación con la población para que manifiesten interés en opinar y participar.

Ahora el tema de los bordes y los expertos es fruto de la desconfianza que se generó con la estampida del primer proceso constituyente. Aunque la solución ahora no es lo mejor, hay un deterioro en la clase política y eso se refleja en el proceso constituyente y en esa forma tan dirigida a la que se ha llegado.

Se olvida que hubo una coyuntura, el gobierno estaba en el suelo, y Sebastián Piñera no sabía qué hacer.  Por eso se aprobó el proceso constituyente. Y en la democracia representativa los que tienen que conducir el proceso son los partidos. El problema es que eso ocurrió cuando estaban en un proceso de descomposición.

Fue una época convulsionada y los partidos no tuvieron la visión política de hacer un proceso constituyente bien armado, estaban debilitados y siguen así en este nuevo proceso. De ahí la importancia de esta elección en la nueva distribución de fuerzas. ¿Qué va a pasar en la derecha? ¿quién va a ser el principal partido? y ¿qué pasará en la actual coalición de gobierno?

El ambiente está crispado, no hay ningún partido que pueda decir yo soy el líder y cruzaré el Rubicón. El partido más votado no llega al 11%. Lo más esperable es que los republicanos pasen en primer lugar y por el lado del oficialismo hay una fragmentación brutal. La gente que se fue de la Democracia Cristiana está llamando a votar por la derecha.

No admito un juicio de valor sobre eso, pero siento que se está adecuando una competencia entre dos bloques. Y, bueno, lo que se siembra también se cosecha. La izquierda practicó durante muchos años esta cosa de que hay una sola derecha y todos contra la derecha. Y hoy día la derecha es la primera fuerza.

Ahora, ¿qué va a pasar con la Constitución? es un tema complejo porque hay que ponerse de acuerdo y en este país los acuerdos están muy desprestigiados, porque se practicó una política de consenso, como se dice por ahí, que en el fondo eran acuerdos entre un sector de la elite, la Concertación y la derecha, incluyendo el empresariado. Entonces, eso no era consenso, sino un acuerdo entre dos sectores que opinaban lo mismo respecto a la economía y la política.

Tiene que ser entonces en el sentido que se toman decisiones con una voluntad de ponerse de acuerdo y no con la voluntad de una mayoría tratando de aplastar a la minoría, imponiendo sus posiciones políticas y valores, como en el primer proceso constituyente.

#7M El espacio de los pueblos indígenas

Por Hernando Silva, publicado en Ciper Chile.

El nuevo proceso constituyente en desarrollo en nuestro país no sólo ha sido «encapsulado» y distante de la ciudadanía, tal como lo hemos descrito previamente, sino que además ha reducido prácticamente al mínimo los espacios de participación de los pueblos indígenas en las instancias de toma de decisión de los contenidos de la propuesta de una nueva Carta Fundamental, según exponemos a continuación. Para la elección de consejeros del próximo 7 de mayo se observan una serie de dificultades impuestas para la potencial elección de escaños de representación de pueblos indígenas, así como la exclusión de normas susceptibles de afectarles.

Si analizamos las condiciones exigidas para la potencial elección de escaños de representación indígena, nos encontramos con lo siguiente: la fórmula establecida mediante reforma constitucional (artículo 144) establece que, para conseguir un solo escaño indígena, la suma de los votos obtenidos por todas las candidaturas de la circunscripción nacional indígena debe representar al 1,5% de los votos obtenidos en la totalidad de las 16 circunscripciones no indígenas del país. Si se toma como referencia la participación del plebiscito de salida, este requisito implica lograr más de 195 mil sufragios.

El requisito aumenta en caso de que se quieran lograr dos escaños indígenas. Ahí, el porcentaje necesario respecto de los votos nacionales se eleva a 3,5%, es decir 447 mil votos. La condición sigue aumentando en caso de querer tres o más escaños. La regla constitucional quedó así: «Por cada vez que el porcentaje de 3,5% señalado precedentemente aumente en dos puntos porcentuales, se elegirá y asignará un escaño adicional a la circunscripción nacional indígena, alternando respectivamente el sexo de la siguiente candidatura electa más votada».

Si tomamos lo anterior, no hay duda que dichas condiciones vienen a complejizar de sobremanera la posibilidad de la elección de escaños de representación de pueblos indígenas, generando incluso condiciones de participación más complejas que para el resto de la población. Por ejemplo, en el caso de la circunscripción senatorial n° 10 (Región del Biobío), que tiene un padrón electoral de 1.162.658 personas (cercano a las 1.243.322 personas que componen el padrón indígena), en las elecciones senatoriales del año 2021 los tres senadores electos fueron elegidos con la siguiente cantidad de votos: 64.319 (Sebastián Keitel, Evópoli), 59.271 (Gastón Saavedra, PS) y 35.573 (Enrique Van Rysselberghe, UDI). O sea, el total de los tres sumados (159.163 votos) contiene cerca de 35.000 votos menos de los exigidos a los pueblos indígenas para poder acceder a solo un escaño.

En resumen, los candidatos a escaños de representación de pueblos indígenas deben obtener más votos que los requeridos por un candidato no indígena para ser electos. Lo que en la práctica permitiría la elección de uno o máximo dos representantes del pueblo más numeroso (pueblo mapuche), dejando fuera y sin representación a los otros nueve pueblos indígenas que habitan Chile.

La circunstancia recién descrita contraviene absolutamente el principio establecido en el artículo 2 del Convenio 169 de la OIT, el cual establece que:

1. Los gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad. 

2. Esta acción deberá incluir medida que aseguren a los miembros de dichos pueblos gozar, en pie de igualdad, de los derechos y oportunidades que la legislación nacional otorga a los demás miembros de la población.

Ello viene a dar cuenta que las condiciones impuestas para la participación indígena en el Consejo Constitucional, son abiertamente discriminatorias y distan mucho a la representación proporcional demográfica que entregó 17 escaños reservados a los pueblos indígenas en la Convención Constitucional.


***

A la exclusión de espacios de participación especial indígena en el proceso y a la omisión, hasta la fecha, de un proceso de Consulta Indígena respecto a las normas susceptibles de afectarles directamente contenidas en la futura propuesta de nueva Constitución, se suman los «bordes» de la Bases de la Institucionalidad acordados por el Congreso, entre los que se establece que: «La Constitución reconoce a los pueblos indígenas como parte de la nación chilena, que es una e indivisible. El Estado respetará y promoverá sus derechos y culturas». En razón de ello, es que las normas relativas a pueblos indígenas serán de obligatoria discusión en el proceso.

La exclusión de un proceso de Consulta Indígena constituye un acto discriminatorio, que priva a los pueblos indígenas de la posibilidad del ejercicio de un derecho tan primordial como es el derecho a la consulta previa contenido en el artículo 6 del Convenio 169 de la OIT, y cuya procedencia ha sido reconocida ampliamente en diversos espacios del ordenamiento jurídico chileno [ver «Interculturalidad, Participación y Consulta Indígena en el Reglamento de la Convención Constitucional», en CIPER 23.06.2021].

Lo aquí expuesto reitera las circunstancias de discriminación y exclusión que históricamente han enfrentado los pueblos indígenas originarios de nuestro territorio frente al sistema político y al reconocimiento y ejercicio de sus derechos. En el contexto de mínimas condiciones para la participación ciudadana, en general, e indígena, en particular, es que recae la responsabilidad de cada pueblo de decidir cómo responder a este proceso para asegurar que sus derechos colectivos se garanticen. Es por ello que se hace imperiosa una alta participación indígena en las elecciones de las y los miembros del Consejo Constitucional, para de esa forma lograr la presencia de uno o más representantes indígenas en el órgano, y de esta forma poder canalizar sus demandas históricas al debate constituyente.

También se hace urgente que los órganos considerados para el desarrollo de esta nueva fase del proceso constituyente, así como las autoridades de gobierno, adopten las medidas necesarias, incluyendo la dotación de recursos financieros, para el desarrollo de un proceso de consulta a los pueblos indígenas de las normas del anteproyecto constitucional que les conciernen, dando cumplimiento así a una obligación internacional contraída al suscribir el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales.   

La Estrategia Nacional de Litio y los derechos humanos

En días pasados el presidente Boric dio a conocer las líneas centrales de la Estrategia Nacional del Litio que su gobierno pretende impulsar. Ello en momentos en que la demanda global por el litio crece exponencialmente –lo mismo que los precios de este mineral no metálico, del cual Chile posee una de las mayores reservas del mundo– en el contexto de la búsqueda de alternativas de transición energética gatillada por la grave crisis climática que estamos enfrentando.

Entre las principales acciones que la Estrategia presentada por Boric se propone desarrollar se encuentran la creación de una Empresa Nacional del Litio y de un Instituto Tecnológico y de Investigación Público de Litio y Salares. A ello se agrega la incorporación del Estado en la actividad productiva del Salar de Atacama; la prospección de otros salares que no sean declarados como protegidos, promoviendo en ellos un régimen de explotación que considere el uso de tecnologías de bajo impacto ambiental. Según lo señalado en la página web de la Estrategia, esta tendría como objetivos centrales “incorporar capital, tecnología, sostenibilidad y agregación de valor al sector productivo en armonía con las comunidades”.

Un elemento central de la Estrategia anunciada por Boric es la creación de una Empresa Nacional del Litio, la que estaría sujeta a un proyecto de ley a ser presentado próximamente al Congreso Nacional para su análisis, proyecto que deberá establecer el marco institucional para la gobernanza del litio.

Lo anterior es consistente con el objetivo promovido por este gobierno de que el Estado asuma un rol de liderazgo en el desarrollo del litio, rol que, como sabemos, hasta ahora no ha tenido.

Ello toda vez que, no obstante ser Corfo el dueño de las pertenencias mineras de litio en el Salar de Atacama, donde hasta ahora se ha concentrado su explotación, dicha explotación ha sido impulsada por empresas privadas. Es así como hasta ahora han sido dos las empresas que han explotado el litio en este Salar: SQM (controlada por el Grupo Pampa, de Julio Ponce Lerou) y, desde el 2018, Tianqi Lithium, empresa de capitales chinos, y Albemarle, de capitales estadounidenses.

La inclusión del Estado en el desarrollo del litio es más que justificable. Con la creciente demanda y precio del litio en los mercados globales, las ganancias de dichas empresas se han elevado sustancialmente. Solo SQM reportó ganancias por US$ 3.906 millones en 2022. Tales recursos podrían financiar políticas en salud, educación, vivienda y tantos otros ámbitos sociales deficitarios en el país.

Con todo, y a pesar de que la Estrategia presentada por Boric considera explícitamente el involucramiento del sector privado en todo el proceso productivo, esta ha sido objeto de fuertes cuestionamientos por parte del mundo empresarial, incluyendo a sus asociaciones gremiales (CPC, Sofofa, Sonami). Tales cuestionamientos parecen ignorar la lamentable trayectoria de incumplimiento de compromisos contractuales contraídas con Corfo por los privados, como SQM, involucrados en el desarrollo del litio. A ello se agregan las estrategias impulsadas por los directores de esta empresa, abiertamente reñidos con la legislación nacional y extranjera aplicable, así como con la más mínima ética, los que tanto daño causaron a la credibilidad de las instituciones, incluyendo por cierto los partidos políticos, descrédito que fue uno de los factores que gatilló el estallido social de 2019.

Más allá de dichas críticas, las que no pueden entenderse sino por la codicia insaciable y cortoplacista que caracteriza el empresariado chileno (que ve afectadas sus posibilidades de acumular mayores riquezas que las que ya han acumulado al perder el liderazgo absoluto que han tenido en el desarrollo del litio), no podemos sino llamar la atención a los límites que la Estrategia anunciada tiene desde la perspectiva de derechos humanos.

Así, aunque en sus anuncios el Presidente señaló la importancia del diálogo y participación de los diversos actores relacionados con el litio, la necesidad del involucramiento de territorios y comunidades, incluyendo su participación en los beneficios generados por el litio, identificando como un primer hito en la implementación de esta Estrategia la conversación con el Consejo de Pueblos Atacameños, organización que agrupa a las comunidades lickanantay del Salar de Atacama, lo que hubiese correspondido desde la perspectiva de las obligaciones internacionales que Chile ha adquirido en materia de derechos humanos es que el involucramiento y diálogo con las comunidades indígenas hubiese tenido lugar antes y no después del anuncio de esta Estrategia.

En efecto, el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas, ratificado por Chile, establece que estos pueblos deben ser consultados cada vez que se adopten medidas administrativas o legislativas susceptibles de afectarles directamente. En este caso, no cabe duda que la Estrategia Nacional del Litio, como política pública, afecta directamente no solo al pueblo lickanantay que habita el Salar de Atacama, sino también al pueblo colla que habita el Salar de Maricunga, en el cual el Estado ha autorizado la exploración y explotación de litio por Salar Blanco, empresa de capitales australianos.

Se debe señalar que, hasta la fecha, ninguna de las autorizaciones estatales para la explotación del litio, tanto en el Salar de Atacama como en el Salar de Maricunga, ha sido consultada con los pueblos indígenas susceptibles de ser afectados en forma directa por dichas autorizaciones. Tampoco lo han sido los convenios que Corfo ha suscrito en años recientes con las empresas que explotan el litio en el Salar de Atacama, autorizando sus operaciones allí hasta el año 2030, en el caso de SQM, y hasta el año 2040, en el caso de Albemarle.

Igualmente paradójico para un gobierno como el de Boric, que destrabó el año pasado las dificultades que el gobierno de Piñera puso para la ratificación del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina (conocido como Acuerdo de Escazú), es el no haber seguido las directrices que este establece en relación a los grupos vulnerables, como los pueblos indígenas, cuando estos se ven afectados en sus derechos ambientales.

En dicho acuerdo se dispone que los Estados “facilitarán el acceso a la información ambiental de las personas o grupos en situación de vulnerabilidad, estableciendo procedimientos de atención desde la formulación de solicitudes hasta la entrega de la información, considerando sus condiciones y especificidades, con la finalidad de fomentar el acceso y la participación en igualdad de condiciones” (Artículo 5.3).

El mismo Acuerdo de Escazú dispone que “las autoridades públicas realizarán esfuerzos para identificar y apoyar a personas o grupos en situación de vulnerabilidad para involucrarlos de manera activa, oportuna y efectiva en los mecanismos de participación. Para estos efectos, se considerarán los medios y formatos adecuados, a fin de eliminar las barreras a la participación” (Artículo 7.14).

Toda la evidencia indica que la definición de la Estrategia anunciada por el Presidente sobre el futuro del litio fue adoptada sin la debida información, y menos con la participación de los pueblos que han habitado ancestralmente los salares en que este es explotado.

Lo anterior es especialmente preocupante teniendo en cuenta los serios impactos socioambientales que la explotación del litio en el Salar de Atacama hasta ahora ha tenido en el pueblo lickanantay, los que han sido extensamente documentados tanto por entidades científicas y académicas como por organizaciones de la sociedad civil y de las propias organizaciones de pueblos indígenas que allí habitan.

En un reciente informe de Evaluación de Impacto en Derechos Humanos de SQM, realizado por el Observatorio Ciudadano junto al Consejo de Pueblos Atacameños, se identifican entre otras consecuencias adversas generadas por la actividad de esta empresa en las comunidades lickanantay del Salar de Atacama, la afectación de los derechos sobre sus tierras y territorios de ocupación tradicional; los severos impactos sobre las aguas y frágil ecosistema del Salar; y, como consecuencia de ello, de su derecho al desarrollo de sus actividades tradicionales vinculadas a la agricultura y a la crianza de animales. También se constata en dicho estudio la ausencia de procesos de consulta de las autorizaciones estatales de las operaciones de dicha empresa en el Salar y, como otra consecuencia de ello, la afectación de su derecho a determinar sus prioridades en materia de desarrollo, así como de su derecho a participar de los beneficios, no menores como veíamos, que la explotación del litio por hasta ahora ha generado.

Por todo lo anterior es que resulta fundamental que el proyecto de ley para materializar la Estrategia del Litio y su gobernabilidad futura sea consultado con los pueblos indígenas que habitan los salares donde este se encuentra. Más allá del cumplimiento de esta obligación básica contraída por el Estado de Chile ante la comunidad internacional, el oscuro historial de las empresas (en particular SQM) que han explotado el litio en el Salar de Atacama, y los intereses económicos, sociales y ambientales en juego en el desarrollo futuro –tanto por empresas públicas como privadas– de este mineral no metálico en el país, hacen pensar en la urgencia de contar, más allá de una Estrategia Nacional como la anunciada por el presidente Boric, de una estrategia país de igual relevancia sobre las empresas y los derechos humanos.

Como lo hemos señalado en columnas anteriores, Chile tiene un rezago enorme en esta materia. Ello, toda vez que no obstante haber adherido a los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre la materia, y haber aprobado en los últimos años dos Planes de Acción Nacional de Derechos Humanos –con precaria participación ciudadana el primero y con nula participación el segundo– las empresas tanto privadas como públicas en nuestro país tienen serios déficit en su performance en materia de derechos humanos.

Es importante en este sentido llamar la atención que empresas públicas como Codelco, la que de acuerdo a la Estrategia presentada por Boric tendría un rol destacado el desarrollo del litio, si bien no tiene la trayectoria de SQM antes referida, tampoco tiene un historial incontaminado en materia de impactos en derechos humanos en sus operaciones.

De acuerdo al Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos, Codelco tiene 18 alegaciones por afectación de derechos humanos en sus operaciones tanto en Chile como en el exterior. La última de ellas refiere al proyecto minero a cielo abierto de Llurimagua, el que junto a Enami-EP, empresa estatal ecuatoriana, intenta impulsar en Cotocachi (Intag), en Ecuador, alegaciones por la afectación al medioambiente y al agua el mes pasado fueron acogidas por la justicia de ese país.

Por todo lo anterior es que sería altamente deseable que el presidente Boric cumpliese con el compromiso contraído en su Programa de Gobierno enviando al Congreso Nacional, además del proyecto referido a la institucionalidad y gobernabilidad del litio, un proyecto para ley para regular la debida diligencia en derechos humanos de las empresas que operen en Chile, así como también para las empresas domiciliadas en Chile que operan en el exterior.

Ello permitiría seguir la senda que diversos Estados europeos (como Francia, Reino Unido, Noruega, entre otros, y Unión Europea) están desarrollando para asegurar que las empresas de esos países prevean, mitiguen y respondan por la afectación de los derechos humanos generadas por sus operaciones, incluyendo en toda su cadena de valor, tanto dentro como fuera de ellos.

Se trata de una tendencia que se ha impuesto en muchos Estados del norte global. Ellos han comprobado que, sin una normatividad vinculante, los principios voluntarios hoy existentes no aseguran por sí solo que actores tan poderosos como las empresas, más allá del lucro, pongan los derechos de las personas y de los pueblos al centro de su quehacer. ¿Es ello mucho pedir para Chile? Pienso que no.

José Aylwin Oyarzún
Abogado. Integrante del Observatorio Ciudadano.

Los vaivenes del tiempo

En días pasados escuchaba una antigua canción de Silvio Rodríguez cuya letra daba cuenta de los vientos de cambio que soplaban en América Latina en los años 80.  Refiriendo a los procesos políticos y sociales en favor de los sectores más desposeídos y marginados, entonces presentes en varios países de la región, la canción decía: “El tiempo está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados…”.

Lejos de idealizar a Rodríguez, a quien como muchos en mi generación escuché apasionada y clandestinamente en dictadura, pero cuya posición respecto a políticas reñidas con los derechos humanos del régimen autoritario cubano no siempre ha sido coherente, la letra de su canción me llamó la atención e hizo reflexionar sobre los recientes vaivenes del tiempo político y sus implicancias para los pueblos, tanto a nivel global como en Chile.

Efectivamente, lejos parecen estar aquellos días en que los énfasis de los procesos políticos y sociales estaban puestos en los desprotegidos, los desfavorecidos, en los excluidos de cualquier tipo. Por el contario, la balanza se inclina brutalmente a favor de los poderosos, de aquellos que creen en el poder del dinero, y lo usan de cualquier forma –legal e ilegal– para mantenerlo; de aquellos que se niegan a cualquier transformación que pueda amenazar sus privilegios; de quienes creen, y de diferentes maneras, usan el poder de las armas –o a las fuerzas que las detentan– para defender dichos privilegios; de aquellos que viven encerrados en sus guetos asustados de los pobres; de quienes se niegan a cambiar sus formas de vida aun a sabiendas que son inconsistentes con la vida.

Se trata, lamentablemente, de un fenómeno global. En efecto, valiéndose de sus influencias, de sus partidos políticos, sus asociaciones gremiales, sus corporaciones, sus medios de comunicación, quienes detentan el poder económico han pasado a controlar la agenda política en muchos estados en las distintas regiones del planeta.

Así, han pasado a gobernar en no pocos países de Europa, intentado desde allí deconstruir los estados sociales de la segunda mitad del siglo XX que posibilitaron niveles de equidad y bienestar sin precedentes. Estados Unidos, a pesar de su gobierno demócrata, impulsa una estrategia político militar no muy diferente de la de gobiernos anteriores a objeto de mantener su hegemonía global; política que, lejos de favorecer a los millones de pobres y migrantes que allí viven, favorece la industria bélica de los poderosos de ese país. Putin y sus corruptos amigos empresarios gobiernan Rusia de manera despótica, aplacando cualquier rebelión interna. La mantención o recuperación las antiguas hegemonías rusas y/o soviéticas, a cualquier costo, parece ser su preocupación central.

En el caso de América Latina, y como consecuencia del cansancio de las últimas décadas con los gobiernos conservadores, autoritarios y excluyentes, controlados por las élites económicas, los que en muchos casos resultaron en la “captura corporativa de los estados”, han emergido gobiernos progresistas que se han propuesto transformaciones que apuntan en la perspectiva de lograr mayor justicia social, el respeto por la diversidad étnica y cultural, desafiando de paso las estructuras de clase arraigadas desde nuestro pasado colonial.

Un fenómeno común a todos estos gobiernos, sin embargo, ha sido el de los obstáculos que las élites económicas han puesto a todo intento de cambio social y de construcción de sociedades más igualitarias. Haciendo usos de su poder de lobby, de los medios de comunicación de los que son propietarios, y de otros mecanismos más primarios –como golpes de Estado como el de Bolivia– dichas élites han boicoteado toda posibilidad de materializar los proyectos de cambio institucional o político que promuevan mayores niveles de igualdad.

Chile es un dramático ejemplo de ello. Como sabemos, el hastío con las desigualdades, los abusos corporativos, la corrupción, la apropiación de los bienes comunes, gatilló el estallido social de 2019, una de cuyas consecuencias más relevantes fue el impulso a un proceso para dotarnos de una nueva Constitución que pusiera fin a la de 1980 y estableciera reglas de convivencia social más justas y democráticas.

En paralelo, la ciudadanía eligió a un gobierno de centroizquierda liderado por un Presidente que se propuso avanzar en una agenda de cambio político, económico y social que permitiese revertir las inequidades hasta ahora existentes, establecer las bases de nuevas formas de convivencia más respetuosas de la diversidad, y hacer posible una vida buena para tod@s. A poco camino de ello, sin embargo, hemos visto cómo el poder de la élite conservadora que concentra la riqueza del país se ha vuelto a apropiar de la agenda pública torpedeando toda iniciativa gubernamental que apunte en la dirección antes señalada.

Demostrativo de ello ha sido el rechazo por parte de los partidos que representan sus intereses a la idea de legislar en el Congreso Nacional una Reforma Tributaria propuesta por el gobierno. Dicha propuesta consideraba la reestructuración del impuesto a la renta, el combate a la elusión y evasión fiscal –al oponerse a esta última reforma de paso se delatan– y consideraba un impuesto a la riqueza.

Con la reforma se pretendía financiar políticas sociales para reducir las abismantes brechas socioeconómicas hasta hoy existentes en el país. En la misma línea, dichos partidos han dilatado y obstaculizado la iniciativa de gobierno para la reforma del sistema de pensiones de capitalización individual vigente, proponiendo la creación de un sistema mixto de pensiones, con la participación del sector público y privado, en que las personas –a diferencia de ahora– tendríamos la libertad de elegir quien gestiona nuestros ahorros.

A ello se agregaba el aumento de la Pensión Garantizada Universal con financiamiento de cargo de recursos de la Reforma Tributaria, el otorgamiento de un nuevo seguro social con financiamiento de empleadores, y la regulación de las comisiones del sistema de capitalización individual.

La necesidad de la reforma se hace evidente si se tiene presente que, mientras las AFP hoy acumulan nuestros ahorros previsionales cautivos equivalentes a US$ 235 mil millones, que representan el 74% del PIB (y desde su creación a la fecha han acumulado ganancias por US $ 12 mil millones). En contraste con ello, el 72% de las pensiones emanadas de estas entidades son inferiores al salario mínimo y uno de cada cuatro jubilados y jubiladas recibe una pensión que está por debajo de la línea de la pobreza.

A ello se agrega la negativa de los mismos partidos y de los gremios de los empresarios de la salud a avanzar en una legislación que permita profundizar el sistema de salud público –en parte sub financiado por el sistema de salud privado de salud hoy también en crisis por cobros excesivos y por establecer aranceles discriminatorios–, sistema público que atiende a casi el 80% de la población, y cuyas listas de espera son aberrantes.

No puede dejar de mencionarse, por último, la reciente imposición por los mismos sectores de legislación (Ley Nain-Retamal) y de una agenda de seguridad que, aunque necesaria de abordar ante los nuevos fenómenos de inseguridad comunes a la región latinoamericana hoy presente en Chile, fortalece el uso de las armas por las fuerzas policiales, poniendo en peligro estándares internacionales de uso proporcional de las armas, en desmedro de la seguridad humana.

No son pocos los factores que explican esta lamentable realidad.

Determinante en ello fue la derrota que los sectores progresistas sufrimos en la etapa anterior del proceso constituyente en el plebiscito de septiembre pasado. Los errores que en dicho proceso cometimos, al confiarnos en nuestra mayoría en la Convención Constitucional y al no comprender que las constituciones no son el espacio para plasmar utopías (en este caso las nuestras) sino para establecer las bases consensuales de una convivencia democrática que nos permita transitar institucionalmente hacia ellas, permitieron a los grupos de poder conservadores mantener vigente las reglas de la Constitución del 80.

Ello no solo les ha permitido imponer las reglas de la nueva etapa del proceso constituyente, hoy en desarrollo, con bordes temáticos y mecanismos de elaboración constitucional reñidos con derechos humanos básicos (como la libre determinación y la participación política), sino además mantener plenamente vigente el poder de veto que por décadas la derecha ha ejercido para impedir transformaciones jurídico-políticas que amenacen sus privilegios.

Si a esta realidad agregamos otros fenómenos como la manipulación de los medios de comunicación por los grupos empresariales, la inexperiencia política de nuestras jóvenes autoridades, el temor que estas tienen en entorpecer las inversiones de los mismos grupos en el contexto de una economía en lento proceso de recuperación luego de la pandemia, y ante la crisis global generada por la guerra de Ucrania, tenemos la combinación perfecta que explica el actual escenario de grotesco control de la agenda pública por parte de la derecha política y empresarial.

No podemos, sin embargo, dejar de identificar, lecciones frente al desalentador contexto aquí descrito. Si hay algo que la historia nos demuestra es que ella no es lineal, que permanentemente tiene vaivenes, oscilaciones, ciclos, avances y retrocesos.

No obstante ello, en la perspectiva del tiempo avanza nítidamente en una dirección. Como lo señalan autores tan reconocidos como Thomas PikettyNoah Harari, entre otros, a pesar de los muchos y críticos problemas que hoy enfrenta la humanidad, la historia apunta claramente, en particular en las últimas décadas más que en cualquier otra etapa de la historia, hacia el logro de mayores niveles de igualdad entre los seres humanos. Como señalan los mismos autores, ello no ha sido una dádiva de los sectores que detentan el poder económico y político, sino consecuencia de las luchas de los sectores oprimidos por los primeros.

Quienes pensamos que ello no es suficiente, y que se requiere avanzar mucho más sostenidamente para poner término a las marginaciones y discriminaciones de todo tipo que aún persisten en nuestras sociedades, debemos aprender de nuestros errores, evitando dar pasos en falso.

En el caso de Chile, tales errores han permitido a quienes buscan la defensa de sus intereses por sobre el bien común, mantener y fortalecer sus posiciones de poder, haciéndonos retroceder décadas en nuestra historia.

Los sectores conservadores relacionados a los grupos empresariales que hoy parecen estar embobados con la posición de poder que han recuperado, por su parte, no pueden tampoco dejar de mirar la historia. Ellos no pueden sino saber que la mantención de sus privilegios a toda costa (además de insustentables en un mundo en crisis ambiental como aquel en que vivimos) no se prolongará a perpetuidad en el tiempo.

Pese a que hoy estén triunfantes, la persistencia de sociedades desiguales con certeza generará nuevos procesos políticos y sociales, nuevos estallidos sociales, posiblemente con más fuerza que en 2019, en que los excluidos del poder volverán a exigir la dignidad y los derechos que les corresponden.

Aunque quienes creemos que la legitimidad de la democracia está en la igualdad, en la justicia, y no en el poder del dinero, hoy en Chile estemos pesimistas, aunque veamos el panorama de color gris, aunque las tendencias globales por el momento no nos favorecen, no podemos perder la esperanza.

Tengamos la certeza de que, si aprendemos de las experiencias vividas en los últimos años, al menos en el limitado contexto de nuestro país, más temprano que tarde el tiempo volverá a estar a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados…

José Aylwin Oyarzún
Abogado. Integrante del Observatorio Ciudadano.

Frente a la militarización de los territorios y el actuar de Carabineros: respeto a los derechos fundamentales de pueblos indígenas y población migrante

Como Observatorio Ciudadano, organización de la sociedad civil que promueve la defensa de los derechos humanos en el país, queremos expresar nuestra profunda preocupación por las políticas de militarización que se vienen implementando en distintas partes del país; tanto en el sur, vulnerando derechos de integrantes del pueblo mapuche; como en el norte, vulnerando derechos de población migrante proveniente de contextos políticos de alta conflictividad o económicos de suma precariedad.

En el caso del sur del país preocupa la utilización prolongada de los estados de excepción constitucional, y como consecuencia, la presencia militar en la zona, como mecanismo para establecer un control sobre los territorios de comunidades mapuche. Reconociendo la existencia de una situación de alta conflictividad y de creciente violencia en la zona, estamos convencidos de que la única forma de asegurar la paz en esta parte del país es a través de mecanismos de diálogo y no por medio de la presencia militar en dichos territorios.  

Nos preocupa igualmente el actuar represivo y uso desproporcionado de la fuerza por parte de Carabineros en su actuación en comunidades mapuche.  Es así como el 23 de febrero en el sector Carimallin, comuna de Río Bueno, agentes policiales de carabineros utilizaron escopetas antidisturbios y perdigones de plomo disparando a integrantes de comunidades, entre ellos mujeres, que se manifestaban frente a la construcción de la central hidroeléctrica Los Lagos, proyecto que afecta los derechos culturales y espirituales del pueblo mapuche. Como resultado, cinco de los manifestantes se encuentran con heridas de gravedad y uno de ellos con trauma ocular. En tanto, el 2 de marzo, tanquetas y personas del GOPE hostigaron, sin motivo alguno, a la Machi Millaray Huichalaf, al rodear su domicilio particular. Ello mientras se encontraba realizando su trabajo de machi junto a otras mujeres y menores de edad. 

Del mismo modo, nos preocupan los hechos acaecidos el 3 de marzo durante una intervención con la incautación de cosecha en Temucuicui por parte de Carabineros, quienes actuaron con fuerza desmedida. Cualquiera sea la circunstancia que dio origen a dicha incautación, lamentamos la violencia utilizada, la que terminó con una veintena de heridos por perdigones y un comunero en la Unidad de Tratamiento Intensivo en el Hospital de Victoria.

Por otro lado, consideramos que la militarización de la frontera norte a través de la promulgación del DFL 1 2023 que responde a políticas de seguridad adoptadas por el gobierno, no se ajustan a los estándares de derechos humanos. Más aún, tal como la evidencia internacional lo indica, la militarización de las fronteras no aminora el flujo de personas migrantes. Al contrario, dicha política lo que produce es un aumento del tránsito irregular y la ampliación de las redes de trata y tráfico de personas. Resulta aún más preocupante el posible uso de armas letales en contra de personas que están siendo desplazadas, víctimas de crisis humanitarias en sus países de origen. 

Es menester destacar que durante el cierre de fronteras producto de la pandemia por COVID-19, durante el mandato de Sebastián Piñera, los flujos migratorios irregulares aumentaron a máximos históricos y con ello también, las muertes en la frontera. Vemos con preocupación que continúe la mirada criminalizadora a la migración, y que permanezca y se profundice el enfoque securitista para abordar la movilidad humana.

Ante lo anterior queremos manifestar que:

Denunciamos la militarización en el sur y norte del país, que generan un actuar desproporcionado de las fuerzas policiales y militares, atentando contra la vida y la integridad física y psíquica de las personas y comunidades.

Rechazamos la represión y el uso desproporcionado de la fuerza por parte de agentes policiales o militares hacia pueblos indígenas, en particular contra el pueblo mapuche, sus mujeres y niñxs, en contextos de protesta.

Exhortamos a que la respuesta estatal frente a temas de alta conflictividad respete los derechos fundamentales de las personas y comunidades y atienda las recomendaciones que los diversos órganos del sistema internacional de derechos humanos han realizado al Estado de Chile, en relación a la no militarización y la adecuación del actuar de carabineros a los estándares de derechos humanos. 

Instamos al gobierno a que, tal como prometió en su programa de gobierno, impulse urgentemente políticas basadas en el diálogo para buscar soluciones a las complejidades del contexto mapuche garantizando sus derechos territoriales. Del mismo modo, instamos a que se aborde los desafíos actuales  en el ámbito migratorio desde un enfoque de derechos, intercultural y territorial, de acuerdo al compromiso asumido de  “avanzar hacia una política migratoria regular, ordenada y segura, alineada con los pactos internacionales, que reconozca los beneficios de la interculturalidad y promueva una real inclusión y reconocimiento de las personas migrantes y refugiadas en la sociedad” (P. 189-191), y a firmar el Pacto Mundial para una Migración Ordenada, Segura y Regular o Pacto de Marrakech. 

No existe excusa ni fundamento que justifique el uso de la represión y la violencia para enfrentar un conflicto, ya sea en temas de seguridad o de movilidad humana, debido a los grandes riesgos que la militarización y el uso de armas conlleva para el respeto y garantía de los derechos humanos.

Observatorio Ciudadano

Incendios y falta de diligencia de las empresas forestales

Por José Aylwin

El país nuevamente se ve sacudido por una ola de incendios en el centro y sur del país. Al 6 de febrero el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta a Desastres daba cuenta de la ocurrencia de un total de 280 incendios, 69 de los cuales seguían en combate y descontrolados. La superficie arrasada por el fuego equivalía a cerca de 300 mil hectáreas. Las víctimas fatales se elevaban a 26.

Los incendios, si bien afectan desde las regiones de Valparaíso a Los Ríos, han tenido su epicentro en las regiones del Bío Bío y Araucanía. Ello no es casual. Se trata de las dos regiones del país que concentran la mayor densidad de monocultivos de especies forestales exóticas de rápido crecimiento (pino radiata y eucaliptus). En efecto, con 875.178 hectáreas de monocultivos forestales, la Región del Bío Bío es la de mayor superficie de plantaciones en el país. Le sigue la Araucanía, con 632.289 hectáreas de las mismas plantaciones.

Tal como señaláramos en un artículo escrito en el contexto de los incendios forestales del verano de 2017, existe evidencia científica que los monocultivos exóticos afectan severamente las aguas y son altamente inflamables, mucho más que los bosques naturales.  A pesar de que se trata de una evidencia conocida –aunque públicamente negada– por las empresas forestales, estas en el pasado desarrollaron prácticas nocivas, como la sustitución de bosque nativo para sus plantaciones de monocultivos. Las mismas empresas mantienen a la fecha otras igualmente críticas, como la instalación de dichas plantaciones en las inmediaciones de asentamientos humanos, como se evidenció en 2017 en el caso de Santa Olga en la Región de Maule.

Un reciente informe del Centro de Ciencia del Clima y la Resilencia (CR2) (2020) da cuenta de la mayor peligrosidad que revisten los monocultivos forestales exóticos para la propagación de incendios forestales en comparación con su ocurrencia en bosques nativos.  Así constata que un 50% de la superficie quemada como consecuencia de megaincendios entre 1985 y 2018 estaba cubierta por plantaciones exóticas.

Cabe señalar que la mayor parte de estas empresas han certificado sus plantaciones de monocultivos por el sello FSC (Forestry Stewardship Council), que las obliga a un manejo ambiental, social y económicamente responsable de las mismas. Entre los principios ambientales de FSC que las empresas que cuentan con la certificación de FSC se obligan a respetar se encuentra la mantención, conservación y/o restauración de los servicios ecosistémicos y valores medioambientales de los bosques gestionados, así como evitar, reparar o mitigar los impactos medioambientales negativos que provoquen.

Un informe elaborado sobre la aplicación del sello FSC en Chile a requerimiento de FSC internacional en 2016 daba cuenta de los riesgos sociales y ambientales de los monocultivos forestales, incluyendo la peligrosidad que estos representan para los incendios forestales.

A pesar de ello, anualmente se agregan a las 3,1millones de hectáreas destinadas a los monocultivos forestales 63 mil hectáreas adicionales (INFOR, 2022). Las razones son obvias: las empresas forestales obtienen enormes ganancias como consecuencia de la plantación y procesamiento de monocultivos de rápido crecimiento. Así, por ejemplo, CMPC registró en 2022 ganancias por US$ 1.005,3 millones, en tanto que Arauco obtuvo, solo entre enero y septiembre del mismo año, ganancias por US $ 822 millones.

Nuestro país suscribió en su oportunidad los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos (2011). En ellos se establece la responsabilidad de los Estados y de las empresas en materia de derechos humanos, los que por cierto incluyen el derecho a la vida y a la integridad afectada por los incendios, así como el derecho al medioambiente sano y sostenible, hoy reconocido por las mismas Naciones Unidas como derecho humano.

En relación a las empresas, dichos Principios establecen su obligación y responsabilidad de respetar los derechos humanos. Para ello estas deben: a) “evitar que sus propias actividades provoquen o contribuyan a provocar consecuencias negativas sobre los derechos humanos y hagan frente a esas consecuencias cuando se produzcan; y b) (…) prevenir o mitigar las consecuencias negativas sobre los derechos humanos directamente relacionadas con operaciones, productos o servicios prestados por sus relaciones comerciales, incluso cuando no hayan contribuido a generarlos”. El Principio 17 dice que las empresas también “deben actuar con debida diligencia, evaluando el impacto real y potencial de sus actividades en derechos humanos, adoptando medidas para evitar su vulneración, así como reparar las consecuencias negativas que sus actividades han provocado o contribuido a provocar”.

Resulta evidente que, en el caso de los monocultivos forestales, las empresas que los desarrollan no han cumplido con su responsabilidad en materia de derechos humanos, en particular en lo que refiere a la debida diligencia para evitar los daños al medio humano y al ambiente provocado por los incendios de sus monocultivos. Menos aún han cumplido con su responsabilidad de reparar los daños que sus actuaciones han contribuido a generar en los derechos humanos. Tales daños, cuando han sido asumidos, mayoritariamente lo han sido por el Estado y no por las empresas.

Chile ha elaborado a la fecha dos Planes de Acción Nacional sobre Derechos Humanos y Empresas para la implementación de los Principios de Naciones Unidas antes referidos.  Las medidas consideradas en el Primer Plan de Acción Nacional (2017), como lo señala un estudio realizado por la Facultad de Derecho de la PUC (2020), se concentraron en el  deber del Estado de proteger los derechos humanos y no en la responsabilidad de las empresas de respetar los mismos derechos. Un Segundo Plan de Acción, aprobado de manera inconsulta en 2022 en los últimos días del gobierno de Piñera, reitera esta tendencia, por lo que no es esperable que este Plan genere cambios sustanciales para avanzar hacia una debida diligencia de las empresas en la materia.

El déficit que tienen las empresas en Chile en derechos humanos es constatado por un  reciente informe de la misma Facultad de la PUC (2023) referido a los compromisos, debida diligencia, remediación y reparación en relación a estos derechos, informe que analiza a 29 empresas del Índice de Precios Selectivos de Acciones (IPSA Chile). Entre ellas se incluye a los dos grandes conglomerados del sector forestal antes referidos. En dicho informe se da cuenta que, del total de 24 puntos asignados al cumplimiento de la responsabilidad de empresas en derechos humanos, Empresas COPEC SA (que es el holding del cual Arauco forma parte) obtiene un total de 3 puntos. Aunque CMPC obtiene una mejor puntuación general (16,5 del total de 24 puntos), solo alcanza a 7 del total de 12 puntos asignados a la integración de debida diligencia en derechos humanos en sus operaciones.

Por lo mismo es que resultan al menos paradójicas las declaraciones formuladas por el Presidente de la Corporación Chilena de la Madera (Corma), Juan José Ugarte, en el contexto de la reunión convocada por el presidente Boric en días pasados con empresarios para abordar la crisis provocada por los incendios. En la ocasión Ugarte afirmó: “Necesitamos activar la prevención. ¡No más fuego! Es crítico combatir y detener el alcance de los incendios”. Nos preguntamos al respecto: ¿qué han hecho las empresas forestales agrupadas por Corma, entre ellas CMPC y Arauco, para prevenir, a través de una política de debida diligencia en sus actividades, el alcance de los incendios que hoy se verifican mayoritariamente en las plantaciones de monocultivos de las que son propietarias o que son parte de su cadena de suministro, monocultivos que son el epicentro de la tragedia que hoy se vive en el centro sur del país afectando la vida y seguridad de la población que allí vive?

La respuesta es categórica: a pesar de las experiencias de incendios pasados y de la evidencia científica antes referida, las empresas no han hecho nada para cambiar el modelo de monocultivos forestales exóticos, a costa del sacrificio del medioambiente y de la seguridad de la población; todo ello en función del lucro.

Teniendo presente esta realidad, es hora de que el Estado asuma su responsabilidad en la protección de los derechos humanos, en este caso afectados por la ausencia de debida diligencia –sino negligencia– de las empresas forestales. En consistencia con la tendencia prevaleciente en años recientes en países europeos (Francia, Alemania, Gran Bretaña, entre otros), se hace urgente avanzar hacia el establecimiento de marcos regulatorios vinculantes para hacer efectiva la responsabilidad de las empresas, entre ellas las empresas forestales, en materia de derechos humanos.

El programa presidencial del presidente Boric propuso al respecto la presentación de un proyecto de ley a objeto de regular la debida diligencia en derechos humanos para las empresas que operen en Chile y para las empresas de propiedad chilena con operaciones fuera del país.  A un año de iniciado su gobierno, sin embargo, no existen avances públicos ni un calendario que haga previsible que se dará cumplimiento de su compromiso de gobierno en la materia.

Se hace indispensable avanzar, de manera participativa con todos los actores involucrados (incluyendo a las comunidades afectadas en sus derechos por la actuación de las empresas), en el desarrollo de una propuesta de ley que establezca la debida diligencia obligatoria de las empresas en materia de derechos humanos, así como mecanismos para hacer exigible la reparación por parte de las mismas de los daños causados a estos derechos como consecuencia de sus operaciones.

Dado que los marcos no vinculantes, tanto estatales (Planes de Acción Nacional) como empresariales (FSC), hasta ahora existentes no han permitido la prevención de la grave afectación de derechos humanos a consecuencia del actuar irresponsable de las empresas forestales, actuar que año a año incide en los incendios de los monocultivos forestales que hoy estamos sufriendo, es que consideramos que ello solo será posible mediante un marco normativo jurídicamente vinculante sobre la materia.

De no contar con un marco normativo de esta naturaleza, es previsible que, en el contexto de la crisis climática que ya enfrentamos, sigamos experimentando cada vez con mayor intensidad incendios como los que hoy se verifican en los monocultivos forestales, y lamentándonos de la pérdida de vidas humanas de la biodiversidad y ecosistemas del país.

¿Cuánto más hemos de esperar para poner freno a esta crítica realidad?

Escuela Trenzando Territorios comienza su segundo ciclo en 2023

Luego de cuatro meses de participación de activistas, dirigentas y dirigentes de organizaciones migrantes y pro migrantes de distintas regiones de Chile, en la Escuela de formación de formadores en Derechos Humanos “Trenzando Territorios”, este espacio continuará su segundo ciclo, buscando que se repliquen las metodologías compartidas, respecto a derechos políticos y sociales que le competen a la población migrante.  

Con más detalles, el nuevo ciclo de la Escuela, consistirá en diversas actividades donde cada une de les participantes, deberá replicar en sus territorios y/o comunidades los conocimientos adquiridos durante la etapa de formación sobre los módulo y temáticas vinculadas a los estándares internacionales y DDHH, racismo y antirracismo, feminismos, interseccionalidad, participación ciudadana e incidencia política interseccionada, en el contexto de movilidad humana en Chile.

Esta segunda etapa, se llevará a cabo durante los meses de enero a mayo del presente año, con más de 16 réplicas en diversos territorios a los largo de Chile; instalando la temática de la migración desde un enfoque de Derechos Humanos como tema principal en las actividades y talleres propuestos.

Es pertinente recordar que el primer ciclo de la escuela, se desarrolló en el 2022, con el apoyo del proyecto CRISOL: Movilidad Humana y Derechos, cumpliendo con el propósito de ser un espacio de aprendizaje, empoderamiento y articulación de las personas migrantes.

Así, para el cierre de la primera fase, se realizó el Encuentro Nacional de la Escuela Trenzando Territorios, a finales del año pasado, instancia que sirvió para el fortalecimiento de las organizaciones participantes e intercambios de experiencias en torno a los derechos humanos en el contexto ya mencionado.

Durante el encuentro, que tuvo participación de activistas de distintas regiones, se desarrollaron pedagogías populares y comunitarias para el intercambio activo y propositivo de experiencias y saberes, así como se visibilizó el trabajo de las organizaciones sociales, y se construyó una reflexión colectiva sobre las luchas migrantes, considerando el autocuidado. 

Entre las participantes, estuvieron presentes dirigentas migrantes destacadas como Lorena Zambrano, vocera de la Asamblea Abierta de Migrantes y Promigrantes de Tarapaca, y la Red Nacional de Organizaciones Migrantes y Promigrantes de Chile. “Los Derechos Humanos son para todos y todas. El trabajo colectivo ha dado resultados, pero hablar de DDHH en esta posición es que se nos reconozca la diversidad y el mismo estatus entre la población con nuestros derechos y deberes”, manifestó.

Para Jenn Piña, coordinadora docente de la escuela, esta tuvo un desempeño significativo: “Ha sido bastante gratificante, porque venimos de un contexto de pandemia y virtualidad, por dos años. Darle una continuidad online a temas importantes y atingentes como son los DDHH interseccionados con la migración, fue un desafío, así como unir territorios desde el norte, Arica, hasta Valdivia en el sur, pero igual da cuenta que hay una necesidad de seguir generando instancias de formación, y fortaleciendo a las organizaciones. En eso, la virtualidad ha permitido ser un aliado para seguir tejiendo y trenzando territorios”. 

La continuidad del segundo ciclo, de esta primera edición de la Escuela Trenzando Territorios, se anunció en dicho encuentro, y tendrá el acompañamiento del equipo interdisciplinario, durante este año, en el marco del proyecto CRISOL: Movilidad Humana y Derechos.